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LA CON\'ERSIÓN DE FRANCISCO DE ASÍS 213 de Perusa, donde pasó un año, fue colocado juntamente con los caballeros, aunque no pertenecía a la nobleza. 53 A pesar de que }os nobles tenían un trato especial, este año de cárcel debió ser duro para Francisco, hasta el punto de hacerlo pensar y entrar en crisis. Crisis a la que acompañó, y ayudó, una enfermedad bastante grave. 54 La liberación se debió, seguramente, a las diligencias de una Cofra– día que se dedicaba a sacar a los presos que estaban enfermos, y no pórque las hostilidades entre los dos pueblos se hubieran terminado. 55 El pacto de 1203 no fue un tratado de paz entre las dos ciudades, sino entre las dos clases sociales de Asís con el fin de evitar fisuras y poder hacer frente a Perusa. En realidad las hostilidades no acabaron hasta 1205. 56 Aunque Francisco se había iniciado en la caballería, da la impresión de que fue más por alcanzar prestigio que por vocación. Los preparativos para incorporarse en la Pulla al ejército del Conde de Brienne y su repen– tina decisión de abandonar, hacen sospechar que su vocación militar no era tan fuerte como para sacrificar demasiado. Los biógrafos interpretan esta deserción como una respuesta a la llamada del Señor, pero eso más parece una justificación teológica de un fracaso militar, que una descripción de la realidad, sobre todo teniendo en cuenta que la figura del «miles Christí», según el modelo de Martín de Tours, la tomó Cclano para estructurar sus Leyendas. 57 SLsus modales corteses estaban en consonancia con los que se s.s «Cuando la guerra entre las ciudades de Perusa y de Asís, fueron apresados Francisco y otros muchos conciudadanos suyos. Pero como era noble por sus costumbres, lo tuvieron junto con los caballeros» (TC 4). 54 « Y así, quebrantado por larga enfermedad, como ha menester la humana obstinación, que difícilmente se corrige si no es por el castigo, comenzó a pensar dentro de sí cosas distintas de las que acostumbraba. Y cuando, ya repuesto un tanto y, apoyado en un bastón, comenzaba a caminar de acá para allá dentro de casa para recobrar fuerzas, cierto día salió fuera y se puso a contemplar con más interés la campiña que se extendía a su alrededor. Mas ni la hermosura de los campos, ni la frondosidad de los viñedos, ni cuanto de más deleitoso hay a los ojos pudo en modo alguno deleitarle. Maravillábase de tan repentina muta– ción y juzgaba muy necios a quienes amaban tales cosas» (1 Cel 3); cf. LM 1, 2. " Un documento del archivo de San Rufino puede iluminar este hecho. Se trata del rescate de un asisano hecho prisionero en la guerra contra Perusa de 1164. Los prisioneros de guerra que caían enfermos pasaban a formar parte de una «congregación y sociedad de prisioneros enfermos» y podían ser rescatados con dinero; cf. el correspondiente texto en Arch. Catt., fase. II, n. 114. '" El 23 de noviembre de 1204, el notario Médico, llamado por los canónigos de San Rufino para una donación, escribe al final: « ... en este tiempo había guerra entre Asís y Perusa» (ibíd., fase. VII, n. 13). 57 «¿Qué menos hizo éste que aquel varón santísimo, Martín? Sólo que, igua– les los dos en la intención y en la acción, fueron diferentes en el modo... Y así, poco después se le muestra en visión un suntuoso palacio, en el cual ve provisión abundante de armas y una bellísima esposa». Una segunda visión le convence de

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