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LA CONVERSIÓN DE FRANCISCO DE ASÍS 209 canas, que es donde aparece el complemento de la sociedad asisana que nos ofrecen los laudos de 1203 y 1210. 3. EL Asís DE LOS ESCRITOS Y DE LAS BIOGRAFÍAS Un cuadro bastante realista de la sociedad marginal en la que v1v10 Francisco nos la presenta la Regla I al describir el lugar social de la nueva Fraternidad: «Y deben gozarse cuando conviven con gente de baja con– dición y despreciada, con los pobres y débiles, y con los enfermos y lepro– sos, y con los mendigos de los caminos» (1 R 9, 2); todo un sector que la sociedad rechaza y aleja, no sólo de los documentos, sino de la misma ciudad. La conversión de Francisco y de sus primeros compañeros asisanos se dibuja en las biografías como el paso de un nivel social importante a otro marginal; hecho que es aceptado con disgusto, o rechazado, por la gente de la ciudad, puesto que es de locos repartir la propia hacienda para tener que vivir después a costa de los demás mendigando de casa en casa. 38 Sin prejuzgar todavía el carácter social o no de la opción de Francisco y los suyos, lo cierto es que, entre la actitud de repartir limosna 39 y la de pe– dirla, como los demás pobres, 40 existe un corrimiento de lugar que eviden– cia la realidad tan contrastada de dos sectores sociales de Asís: Los que tienen bienes y una posición holgada, y los marginados que no tienen nada. Francisco y sus compañeros realizan la experiencia evangélica en un contexto tal de desarraigo, que los hace solidarios, aun en su pobreza, del estrato más ínfimo de la sociedad. El retrato que nos ofrecen las biografías " «Cuando salían a pedir limosna por la ciudad, apenas ninguno les daba nada; por el contrario, se mofaban de ellos, echándoles en cara que habían dado sus bienes propios para consumir los ajenos; y tenían que pasar mucha penuria» (TC 35); cf. S. DA CAMPAGNOLA, La societa assisana nelle fonti francescane, páginas 376ss. " «Aunque ya de tiempo atrás era dadivoso con los pobres, sin embargo, desde entonces se propuso en su corazón no negar la limosna a ningún pobre que se la pidiera por amor de Dios, sino dársela con mayor liberalidad y abun– dancia de lo que acostumbraba. Así, siempre que algún pobre le pedía limosna hallándose fuera de casa, le socorría con dinero, si podía; si no llevaba dinero, le daba siquiera la gorra o el cinto, para que no marchara con las manos vacías» (TC 8). Sobre la necesidad de dar a los pobres el propio patrimonio antes de entrar en la Fraternidad, puede verse: 1 Cel 24; LM 3, 3; TC 29; 1 R 2, 4; 2 R 2, 5; Test 16. '° «Sin embargo, si lo precisan, por causa de esta necesidad, pueden los her– manos recibir, al igual que los otros pobres... » (1 R 2, 7); «Y cuando sea menes– ter, vayan por limosna como los otros pobres» (1 R 7, 8).

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