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LA «ALTÍSIMA POBREZA» FRANCISCANA 9.'l histórica de Jesús y la pobreza. de espíritu o de hecho, del cristiano. No es coincidencia fortuita el que .todos 1los textos del Vaticano II que hablan de la pobreza como ideal cristiano aleguen, para fundamentado, el ejemplo de Cristo, «que siendo rico se hizo pobre por nosotros», y precisamente eil el contexto teológico del «anonadamiento» -kénosis- del Salvador U,G 8 y 42; PO 17; PC 13). No es posible comprender el misterio de fa pobreza cristiana sin el misterio del pecado, por lo tanto, sin ver en ella un misterio de redención. 3. POBREZA EVANGÉLICA La elección de Israel y su historia muestran que Dios se revela en la pobreza. El Nuevo Testamento pone más de manifiesto ese plan de Dios de no apoyarse en los valores humanos, cualesquiera sean, pero sobre todo en tlas riquezas, para salvar al mundo. El Evangelio nos presenta al Salvador en la experiencia de una vida pobre, anunciando la buena nueva a los pobres y proclamando las excelencias de la pobreza «por el reino de los cielos». a) Jesús vive la pobreza Entre las condiciones humanas asumidas por el Hijo de Dios al «tomar la forma de esclavo» no es la menos importante la experiencia de la ,penuria de los bienes terrenos. Los relatos evangélicos de Ja infancia nos hablan elocuentemente de ello. Hijo de un menestral de Galilea, menestral él mismo (Mt 13, SS; Me 6, 3), supo lo que es ganar el sustento con el trabajo diario, supo de da inseguridad del mañana y del desnivel social frente a las clases pudientes, supo ciertamente del amargor de verse víctima del fraude, de la explotación, de las exacciones injustas, sin posibfüdad de hacer valer sus derechos ni de aspirar a la promoción. Pobreza y trabajo forman en la vida de Jesús la fórmula más concreta de asimilación 'de Ja situación del hombre y de restauración del plan de Dios. En su vida pública Jesús vive pobre, voluntariamente pobr,e; una pobreza tan real, que un día puede contestar al escriba decidido a seguirle a todas partes: «:Las raposas tienen sus gua– ridas, las aves del cielo tienen sus ni.dos, pero el hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza» (Mt 8, 19s). b) J.esús exige la pobreza A los que él llama en pos de sí, como discípulos y colaboradores en el anuncio del Reino, les exige la misma pobreza real, obligándolos a aban– donar los medios de subsistencia y a adoptar la inseguridad (Mt 4, 20 y 22; 9, 9; 19, 21 y 27; Me 1, 18s; 2, 14; 10, 21 y 28; Le 5, 27s; 14, 1 33; 18, 22 y 28). La inseguridad «por el Reino de ;los cielos» es etI carácter más saliente de la pobreza evangélica practicada y enseñada por Jesús. Lo que importa aquí no es la mera carencia de bienes de fortuna ni la mera supresión de

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