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LA «ALTÍSIMA POBREZA» FRANCISCANA 111 de la Iglesia universal en lo espiritual, es en ,lo temporal la realización ideal de las aspiraciones terrenas ante una sociedad que se organiza. Pero, al abrirse paso la nueva burguesía, industrial y comerciante, hace su apari– ción el fraile mendicante, itinerante por vocación. A Francisco, hijo de uno de aquellos viajeros de la ciudad terrena, lanzados a todos los caminos de,l mundo en busca de contratación, no le fue difícil identificarse con la lla– mada divina a poner en marcha una fraternidad de mensajeros ambulantes del Reino. San Francisco no toma como tipo ele la vida de pobreza la primitiva comunidad de Jerusalén, según era tradicional en las instituciones monás– ticas anteriores, particularmente en ilas de sello agustiniano -«tener todo en común»-, sino el evangelio de la misión de los apóstoles. Ir por el mundo «de dos en dos, sin bolsa, sin provisiones para el camino, porta– dores de paz, dando gratis lo que gratis han recibido ... », será característica esencial de los frailes menores. Es una aspiración a convertir en norma habitual ilo que Jesucristo había impuesto circunstancialmente a los após– toles. Lógicamente la literatura posterior franciscana designará esta inter– pretación con el término vivir a la apostólica. Auténticos huéspedes de todo el mundo, los frailes menores deberán «comer lo que les pongan delante» (Le 10, 8) para no ser gravosos a nadie (2 R 3). En consecuencia, el fundador les librará de la ley de la abstinencia continua, común a la sazón a todos los institutos religiosos, y reducirá notablemente los ayunos. Y adoptará para ellos el «Breviarium» de la curia romana, que simplifica el rezo de las horas canónicas. En un sentido apostólico estaba persuadido Francisco de que la pobreza era el servicio que sus hijos estaban llamados a dar a la Iglesia como aportación de Ja obra salvífica. Era su testimonio propio del Reino; un ser– món vivo que venía a decir a todos los cristianos, ciudadanos de la Jerusalén de arriba: «No tenéis aquí abajo ciudad permanente; buscad la ciudad futura» (Hebr 13, 14). Fraternidad pobre, apostólica y mendicante, testimonio vivo del sermón de la montaña, la Orden franciscana deberá procurar no instalarse nunca, ni materialmente, ni socialmente, ni intelectualmente. Por este motivo la pobreza franciscana es absoluta individual y colectivamente. Antes colectiva que individualmente, en la mente de Francisco. Se trata de vivir expropia– dos de todo para que todo lo de aquí abajo nos hable de nuestra vocación de itinerantes. Es la condición de la disponibilidad para el servicio de Dios y de los hombres.12 " Ci'. CL. CH. BILLOT, La «marcha» según. los escritos de san Francisco, en Sel Fran n. 12 (1975) 281-296. K. EssER, El hombre de los últimos tiempos, en Temas Espirituales, Oñate, Ed. Franciscana Aránzazu, 1980, 9-43. Este carácter de evan-

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