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104 L. IRIARTE que Dios dice y realiza en él...» (Adm 2). Todo pecado actual es, por lo mismo, una desleal apropiación. Más aún, Francisco ve en la falta de com– prensión para con el pecado del prójimo un atentado contra los derechos de Dios: «Quien se turba y se irrita contra quien ha cometido cualquier clase de pecado, atesora para sí •la culpa (cfr. Rom 2, 5). Aquel siervo de Dios, que no se aíra ni se turba por nada, vive rectamente y sin propio. Y bienaventurado aquel que no retiene nada para sí, devolviendo al César lo que es del César y a nios lo que es de Dios (Mt 22, 21)» (Adm 11). A este motivo teocéntrico suele añadir Francisco, y no podía menos de ser así, el motivo cristocéntrico, para poner de manifiesto lo absurdo de toda vanagloria o ensoberbecimiento. Solamente «podemos gloriarnos en nuestras miserias y en la cruz del Señor» (Adm 5). También la vida anona– dada del Cristo en la Eucaristía es una invitación permanente a no incurrir en el pecado de apropiación: « ¡Oh humildad sublime... ! el Señor del uni– verso, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el grado de ocultarse por nuestra salvación bajo la insignificante forma de pan. Humillaos también vosotros, para ser exaltados por El. Nada retengáis, pues, de vosotros para vosotros, a fin de que os r,eciba enteros eil que todo entero se da a vosotros» (CtaO 27-29). La fórmula sin propio no era, por lo tanto, en labios del Poverello una mera fórmula de profesión pública de renuncia al dominio de unos bienes materiales, 5 sino la expresión de una desapropiación total que principal– mente afectaba a los bienes internos; la renuncia externa era sólo fa con– dición imprescindible para llegar a la plena disponibilidad interna, según el genuino sentido de la pobreza evangélica voluntaria: «Enseñaba el santo a los que venían a la Orden que comenzaran ,por repudiar eil mundo, ofre– ciendo primero a ,Dios sus cosas ,externamente y luego, internamente, a sí mismos. No admitía en la iQrden sino a los expropiados, que nada absoluta– mente retuvieran, y esto tanto para seguir el santo Evangelio como para que luego no sirvieran de obstáculo los bienes r,eservados» 1 (2 Cel 80). Una tal expropiación externa no era sino «devolver Jos bienes aJ Dueño de quien los habían recibido», en la persona de los pobres del mundo (cf. 1 Cel 24-25; 2 Cel 15 y 81). Aun en los bienes ,sohrenaturales, que son pura gracia de Dios, cabe el abuso de apropiación, ya sea manifestándolos ligeramente, por cobrar gloria o provecho ante 1los hombres, ya reteniéndolos egoístamente cuando la gloria de Dios exige hacer partícipes a los demás; en ambos casos Francisco 5 La fórmula «vivere in obedientia, sine proprio et in castitate», «vivir en obediencia, sin propio y en castidad», venía ya de antes. Cf. G. EscunERO, El voto solemne de pobreza. Su historia... Madrid 1955, pp. 87-101, 162.

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