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LA «ALTÍSIMA POBREZA» FRANCISCANA 101 En Francisco, como en Jesús, la pobreza es esa vida pobre que yo tengo delante, el hermano pobre, en quien también es humillación, postergación, falta de promoción, depresión social, ignorancia, y muchas veces degenera– ción física y moral. A Francisco, es cierto, el impulso caballeresco Ilevóle muy pronto a idealizar su hallazgo en Dama Pobneza. «Dama santa Pobreza» no es, con todo, una abstracción; sigue siendo una vida, la del Cristo y la del necesitado, y si la arna con un afecto tan apasionado es porque ve en ella la esposa del altísimo Hijo de Dios, abandonada y despreciada siendo reina, desde que el Rey se ausentó (2 Cel 16 y 55). En los escritos perso– nales de san Francisco no aparece el concepto de desposorio que la litera– tura franciscana, luego de la muerte del santo, embellecerá progresiva– mente, dándole una personificación de mito, que no había de favorecer la auténtica espiritualidad de la ipobreza. 2 La fidelidad caballeresca de san Francisco a su Dama la «altísima pobreza», hasta la muerte, 3 no es otra que la fidelidad al «Verbo del Padre, tan digno, tan santo y glorioso... , que tomó de las entrañas de la santa y gloriosa Virgen María la verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad. Él, siendo rico (2 Cor 8, 9) sobre todas las cosas, quiso no obstante escoger, con su bienaventurada Madre, la pobreza» (2CtaF 4-5). He aquí e[ «mysterium paupertatis» captado en toda su profundidad teológica. De aquí recibe la pobreza su celsitud regia, que ella comunica a los que la abrazan, dándoles el rango de «herederos y reyes del reino de los cielos». «Yo considero -podía decir Francisco al cardenal Hugolino- como dignidad regia e insigne nobleza al seguir a aquel Señor que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros (2 Cor 8, 9)» (2 Cel 73; LM 7, 7). Y a sus com– pañeros, que se avergonzaban de ir por la limosna: «Hermanos carísimos, el Hijo de Dios era más noble que nosotros, y se hizo pobne por nosotros en este mundo. Por su amor hemos escogido el camino de la pobreza; no hemos de avergonzarnos» (2 Cel 61 y 74; 1 R 9; 2 R 6). La vida de Jesús la ve Francisco a través del prisma de la pobreza, sobre todo en los dos momentos en que esa pobreza redentora significa anonadamiento y humi– llación: Belén, que 1le hab,la de la penuria de la «pobrecilla Virgen», llenán– dole de ternura «esta virtud regia, que tanto brilló en el Rey y en la Reina,, 2 Cf. K. EssER, Untersuchungen zum «Sacrum Commerciwn beati Francisci cum Domina Paupertate», en Miscellanea Melchor de Pobladura I (Roma 1964) 1-33. ' Cf. 2 Cel 214. El apelativo «altissima paupertas», grato a san Francisco (2 R 6; TestS; LP 59; 2 Cel 18), está tomado de 2 Cor 8, 2, en que san Pablo se refiere a la prueba de escasez por que pasaban las iglesias de Macedonia. La Regla bulada descubre una especie de mística de la pobreza, que no se halla aún en la Regla de 1221. Debió de ser una idealización progr,esiva en el alma del fundador ( cf. 2 R 5 y 6: «altísima», «santísima»).
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