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DIOS EL BIEN, SEGÚN S. FRANCISCO 43 II. DIOS, EL BIEN, EN EL PENSAMIENTO CRISTIANO Francisco ignoraba las raíces filosóficas de esa concepción, como las ignoraban, sin duda, los predicadores que le pudieron haber proporcio– nado la terminología. Pero lo cierto es que ésta y su contenido se hallaban fuertemente insertos en la cultura teológica y mística desde siglos atrás. «Dios es esencialmente el Bien», había enseñado Platón categóricamente. Y añadía: «Dios es la causa de todo el bien existente, de todo lo bueno que se hace. A él se deben atribuir todos los bienes. Por el contrario, el mal existente hay que atribuirlo a otra causa.» A pesar de las precisaciones de Aristóteles, que no admitía esa prioridad del bien sobre el ser, si bien lo reconocía como inmanente al ser, el con– cepto platónico se perpetuó y llegó a los pensadores cristianos a través de los filósofos neoplatónicos. Orígenes no tiene reparo en adoptar el prin– cipio de Platón, afirmando que en Dios «ser bueno y existir es la misma cosa» y que la creación es obra de la bondad de Dios: «No tuvo otra razón para crear sino a sí mismo, es decir, su bondad» (Peri Archon, 2, 9, 6; MG 5, 169). Y no fueron sólo los maestros alejandrinos, más allegados a la corriente neoplatónica, sino la mayoría de los grandes escritores eclesiásticos de la antigüedad. «Bueno por naturaleza es Dios solo», escribe Tertuliano, y lo van repitiendo otros; más aún, es corriente entre los padres griegos fun– damentar filosóficamente el texto evangélico citado -Nadie es bueno sino uno solo, Dios- en el sentido de que la bondad pertenece a Dios por esencia. Entre los occidentales es ya conocida la expresión del papa san León: Deus, cuius natura bonitas («Dios, cuya naturaleza es la bondad»). San Agustín, que escribió un tratado especial titulado De natura boni («Sobre la naturaleza del bien»), cristianiza definitivamente la tradic.ión platónica, purificándola del riesgo que comporta: Dios es el Bien por esencia, el Bien de todos los bienes; y llega a decir: Quia Deus bonus, est summus («Porque Dios es beno, es sumo»). Y también: Sola bonitate fecit Deus quod factum est ( «Por sola su bondad creó Dios lo que ha sido creado»). Más tarde escribirá, asimismo, san Isidoro de Sevilla un tratado De summo bono ( «Sobre el sumo bien»), razonando por qué corresponde a Dios, y únicamente a él, la denominación de sumo Bien.1 Particularmente adquiere carta de naturaleza en los santos padres el principio de que Dios ha creado «porque es bueno» y no hay otra razón satisfactoria del hecho de la creación sino la bondad del Creador, o como 1 Véase A. GARDEIL, Bien (Le), en Dict. Théol. Cath., II, París 1910, 825-836.
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