BCCCAP00000000000000000001516

54 L. IRIARTE «Aunque te azotaran, todo lo debes considerar como una gracia. Y así lo has de querer y no de otra manera... Ama a los que se portan así contigo. Y no pretendas de ellos nada más de lo que el Señor te conceda obtener de ellos. Y ámalos tal como son... » (CtaM 2-7). A los hermanos seguros de sí y exigentes con los demás va dirigida la Admonición 17: «Peca t,[ que exige de su prójimo más de lo que él mismo está dispuesto a dar de sí al Señor Dios.» VI. TODO ES «GRACIA» DE DIOS La gratuidad es nota esencial en los dones de Dios, ya que es efecto de su bondad el hecho de la creación y todo cuanto constituye y adorna a los seres creados. Pero es el hombre la única creatura que posee el don, reci– bido asimismo de Dios, de poder descubrir en sí e individuar cada una de las gracias de que es deudor. A Francisco le agrada designar con ese nombre las aptitudes de cada uno de los hermanos. Se las reconoce y se las respeta, al mismo tiempo que les enseña a no tenerlas ociosas. Comenzando por los bienes de fortuna, Francisco se mueve dentro de la mentalidad feudal de la época y elabora una teología, por decirlo así, del alto dominio de Dios sobre las cosas temporales. Dios, rey y dueño universal, concede los bienes en feudo temporal. El hombre, mero feuda– tario ante Dios, ha de devolverle todo lo que posee, o voluntariamente durante la vida, o por no poder menos a la hora de la muerte. «Todo lo que el Padre del cielo ha creado para utilidad de los hombres -añadía– continúa dándolo gratuitamente aun después del pecado, lo mismo a dignos que a indignos, est<e grand,e limosnero, por el amor con que ama a su Hijo querido» (2 Cel 72-74. 77; LM 7, 7. 10; LP 60 s). Y aquí fundamenta el derecho de los pobres voluntarios a recurrir a la mendicación en caso de necesidad. «La limosna, en efecto, es herencia que, por justicia, se debe a los pobres por haberla adquirido para nosotros nuestro Señor Jesucristo» (1 R 9, 8). Es el modo concreto de restituir a Dios los bienes de él recibidos. Cuando Bernardo, el primer seguidor, le preguntó qué debe hacer aquel que, poseyendo por muchos años los bienes de su señor feudal, decide desprenderse de ellos, le contestó Francisco: «Debe restituirlos al Señor.» A lo que repuso Bernardo: «Exacto. Dime, pues, la mejor manera de des– prenderme de todos mis bienes temporales por amor de mi Señor que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz