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48' L. IRIARTE Se trata de una trasposición, no de los valores en sí, sino de su misma manera de situarse ante ellos. Los valores siguen siendo los mismos -be– lleza, amistad, alegría, libertad ...-; pero es él quien ha cambiado. Antes se abandonaba al goce egoísta de esos bienes; ahora los mira con respeto, con limpidez, con la nueva libertad del corazón pobre, desasido, sin a:fán de apropiación, descubre la autonomía de los seres creados frente al hombre, señor de la creación, y descubre al mismo tiempo que, si hay bondad y belleza en el mundo, es porque hay un Bienhechor infinito, que derrama el beneficio de su amor con liberalidad y «cortesía». La primera verificación de semejante cambio no dejó de desconcertarle. Lo refiere Tomás de Celano: «Un día, convaleciente de su enfermedad, salió a contemplar la campiña que se extendía a su vista; pero halló que todo lo que tanto solía complacerle -la belleza de los campos, la amenidad de los viñedos- le dejaba insensible. Quedó atónito ante una mutación tan repentina, y tuvo por necios a todos los que ponen el corazón en tales bienes» (1 Ccl 3). La persuasión de que Dios solo basta la vivió intensamente el convertido al hacer su renuncia total en manos de su padre, quedando desnudo y libre: «De ahora en adelante podré decir a boca llena Padre nuestro que estás en ,los cielos» (2 Cel 12; TC 20). Precisamente aquella libertad de espíritu, fruto de la pobreza exterior, le hizo comprender muy pronto que hay otra renuncia más valiosa, sin la cual de poco sirve abandonar los bienes materiales: es la pobreza inte– rior, que afecta a la raíz misma del mal. Así es como fue descubriendo la relación, profundamente teológica, entre pecado y apropiación, entre salvación y desapropio, hasta desarrollar toda una doctrina y una pedagogía interna sumamente coherente. 9 Ve en el pecado de origen, el de Adán, una apropiación abusiva del bien máximo recibido de Dios, la voluntad libre (Adm 2). Y vigila en sí mismo toda manifestación de ese instinto de posesión egoísta y de propia complacencia. La mayor parte de las exhortaciones a los hermanos ·-las Admoniciones- tiene como tema ese desapropio interior -vivere sine pro– prio-, más importante y más dificultoso que la renuncia externa. Es el que crea el clima más apto para las mutuas relaciones entre los hermanos y el que da eficacia a la acción externa entre los hombres. Afecta a la voluntad personal, a las cualidades, a la preparación intelectual, al cargo ' Véase mi estudio «Appropriatio» et «expropriatio» in doctrina sancti Frnn– cisci, en Laurentianum 11 (1970) 3-35.

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