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SAN f'RANCISCO ANTE LA IIISTORIA 297 La recopiamos pese a ser un tanto larga. Pero vale por todo un libro y, en nues– tro caso, resume cuanto llevamos pensado en estas meditadas páginas. Dice así F. Ozanam: «El historiador Gibbon había visitado Roma en su juventud. Un día que, invadido por recuerdos, discurría por el Capitolio, escuchó de pronto cánticos de iglesia, y vio salir por las puertas de la basílica de Ara coeli una larga procesión de franciscanos que hollaban, cubiertos los pies con sandalias, el suelo donde discurrieron tantos cortejos triunfantes. Sintióse entonces inspirado por la indignación y engendró el designio de vengar a la antigüedad ultrajada por la barbarie cristiana, y concibió la idea de escribir la Historia de la decadencia del Imperio Romano. Pues bien, yo también he visto a los religiosos de Ara coeli hollar las viejas losas del Júpiter Capitalino; y me he regocijado del triunfo del amor sobre la. fuerza/' y he resuelto escribir la historia del progreso en aquella época en que el filósofo inglés no supo ver más que decadencia; la historia de la civilización en los tiempos bárbaros; la historia del pensamiento que sobre– nadaba en el naufragio del imperio; la historia de las letras, en fin, surcando las olas de las invasiones, a la manera como los hebreos pasaron el Mar Rojo, conducidos por el mismo forti tegente brachio. No conozco nada más sobre– natural, ni que pruebe mejor la divinidad del cristianismo, que el hecho de haber salvado al espíritu humano.» 24 En nuestra reflexión hemos expuesto cómo en san Francisco la gracia triunfa sobre el poder. F. Ozanam ha hallado otra expresión, si cabe más bella, y habla: «del triunfo del amor sobre la fuerza». Que ningún franciscano olvide, ni siquiera ponga en segundo plano, la gran lección que se deduce de esta meditación sobre el influjo de la santidad del Pobrecillo de Asís en la historia y que Ozanam ha visto como «el triunfo del amor sobre la fuerza». 23 El subrayado es nuestro. 24 Tomamos este texto de la obra de A. F. ÜZANAM, Los orígenes de la civiliza– ción cristiana, México 1946. Se halla en el prólogo que hizo a la misma el Arzo– bispo de México Dr. Luis M. Martínez (pp. 31-32), quien dice tomarla de la Intro– ducción de Ozanam a su obra. Esta Introducción no aparece en esta edición y no hemos podido leer el texto original de Ozanam. Nos fiamos, por tanto, .:!el acotamiento del Arzobispo.

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