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SAN FRANCISCO ANTE LA HISTORIA 289 poder en la balanza de la gracia para que, juntc>s, gracia y poder triunfaran del desgarro de la escisión luterana producido en la cristiandad. Ambos juntos fracasaron. ¿No será porque la gracia va mejor sin los arrimos del poder? ¿No pierde la gracia eficacia coadyuvada por el poder? Por otra parte, ¿es humana– mente posible ejercer el poder sin detrimento de la grada? ¿Quién jamás des– envainó la espada que no se haya manchado con los excesos de la misma, sin haberse tenido, a la postre, que arrepentir? He aquí las inquietantes preguntas que suscita la obra de R. Schneider sobre Felipe IL Las hemos formulado por– que su escueto enunciado es la mejor preparación a su interpretación de san Francisco como fuerza histórica. Si ha habido un ser humano que sistemáticamente haya rehuido la eficacia del poder para fiarlo todo de la gracia ha sido Francisco de Asís. Pero frente a esta actitud, exquisitamente divina, está la del gran Papa Inocencio III, extre– madamente humana. Quizá nunca la historia de la Iglesia ha puesto frente a frente a dos hombres con procedimientos más dispares para alcanzar una meta común: el reino de Dios en la tierra. Para alcanzar dicha meta, Inocencio III, puesto en la cumbre del poder del Papado, se sirve de todos los medios que están a su alcance en aquella circunstancia histórica. Hasta las fuerzas a ras de tierra de la diplomacia y de las armas las pone al servicio de la gran causa del reino de Dios. Francisco de Asís, por el contrario, se vale tan sólo de su pobreza y de su bondad. A la postre, ¿quién triunfó? Este asunto, en toda su intensa fuerza dramática ha sido llevado al teatro por R. Schneider en su obra Innozenz und Franziskus. Vamos a hacer una expo– sición detenida de la misma, pues puede ayudarnos a descorrer .el velo misterioso de la historia en lo que ésta tiene de más hondo y decisivo: la tensión y pugna entre las fuerzas espiritua1es y terrenas. En cinco actos se desarrolla este drama. En ellos se dan cita los grandes hombres de las primeras décadas del siglo XII~ En figura o en símbolo éstos encarnan las grandes fuerzas de la historia en aquel momento de máxima tensión. Cómo actúan y chocan, se desvanecen y per– petúan, constituye el nudo de este grandioso drama. En el primer acto se hace una especie de presentación de los personajes -dramatis personae-. El primero que hace su entrada en escena es Inocen– cio III. Con frases tomadas de la entraña de la filosofía de la historia, traza su médico la silueta de este. Papa, cuando constata que ni siquiera en las horas del descanso nocturno halla reposo. Tiene siempre fiebre. El día penetra en su sueño y el sueño en su día. Se debe ello a que todo lo que pasa en el mundo lo vive su alma. También el pasado y el futuro. No vive como todos los demás. En él solo se embalsa todo un siglo. En sus momentos de delirio, el mismo Ino– cencio revela sus preocupaciones sobre la historia universal con estas frases: «Esto se incurva, se rompe. ¿No hay nadie que lo pueda sostener?» En este instante entra en escena el otro gran actor del drama, Francisco de Asís. Como una sombra se acerca al Papa que maldescansa en su lecho para entablar con él un diálogo en el que confiesa ser el más pobre de los pobres. A la observación de Inocencio de si es un enviado que tiene algún poder, Fran– cisco le replica que no tiene más poder que la pobreza. En este diálogo ele– mental, diálogo entre sombras, los dos inmortales personajes nos revelan el tema

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