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286 E. RIVERA pueden hoy día salvar a las naciones.» 12 Otro gran historiador español, M. Menén– dez Pelayo, cuando medita en el porqué de la eficacia del santo rey Fernando, hace esta declaración: «No hay medio tan seguro de caminar por la tierra como llevar puestos los ojos en el cielo. Los santos nos dan la clave de los sabios y de los héroes; en la vida oculta del asceta que parece ocupado tan sólo en el gran negocio de purificar y embellecer su alma para hacerla templo vivo del espíritu, se esconde a veces la revelación del gran misterio de la historia, oculto a los ojos de la filosofía carnal y parlera; quitad del mundo a los que rezan y habréis quitado a los que piensan, y a los que pelean por una justa causa, y a los que saben morir.» 13 Ante estos atestados de mentes preclaras viene a la mente una ulterior pre– gunta. Si la eficacia de la santidad es innegable en la historia, ¿de dónde pro– viene esta eficacia? ¿Cuál es su peculiar modo de actuación? La pregunta es tan honda que es preciso desdoblarla en un doble aspecto: teológico e histórico. El primero lo investiga el teólogo que tiene por misión aclarar la acción de la gracia desde el despegue del pecado hasta la sublimación de la santidad. Toca al historiador percibir el segundo aspecto, es decir, la efec– tividad de la gracia tal como se refleja en la historia, especialmente su inter– ferencia u oposición con otros agentes. Indudablemente, uno de estos máximos agentes es el poder del mando. Hay otras fuerzas históricas, como las econó– micas, las .culturales, las científicas, las literarias, etc... Con todas se ha rela– cionado la gracia en el devenir histórico. Pero ha habido una reiterada tentación de vincularla con el poder. Ante esta tentativa surge ineludible este interrogante: ¿Gana o pierde la gracia al ir del brazo con el poder? Una mirada superficial parece mostrar que pueden ir juntos y que pueden reforzar mutuamente su efi– cacia. ¿Es esto históricamente verdadero? El tema ha suscitado meditaciones muy detenidas. No podemos en esta oca– sión adentrarnos por ellas. Si hemos planteado el tema, es para mejor pros– pectar la interpretación que el poeta alemán, R. Schneider, ha dado de la acción espiritual de san Francisco en la historia. Sólo a la luz de la tensión .entre poder y gracia, que percibe este gran poeta, que «piensa» al mismo tiempo que «siente», es comprensible su visión de san Francisco y la problemática histórica y actual que esta visión suscita. Pero antes de penetrar en tema tan sugestivo parece necesario presentar este espíritu, tan sensible a la emoción estética como a los grandes temas que intenta aclarar el filósofo de la historia. De sí mismo R. Schneider confiesa con inge– nuidad: «No soy un pensador. Solamente forjando imágenes y previendo destinos yo voy un poco lejos.» 14 Ante esta autoconfesión es de notar que siendo R. Schnei– der un poeta que va lejos, es igualmente un pensador. A la luz de la inspiración poética medita como un reflexivo pensador de la historia. En su misma patria se le niegan las dotes del historiador profesional. Pero no una gran capacidad 12 En Obras completas, Madrid, BAC, 1946, t. II, 598. 1 ' El siglo XIII y san Fernando, en Obras Completas, ed. Nacional, t. XII, 48-49. 1• Verhüllter Tag, Colonia 1956, 4." ed., 84.

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