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274 I. LARRAÑAGA estos últimos. Con las bulas en sus manos y en lucha cerrada contra el clero secular (al principio unidos con los dominicos y más tarde en coli– sión con ellos), consiguieron los Hermanos Menores instalarse en el centro de las ciudades, organizar el culto, rivalizando con los párrocos. San Buenaventura, con su prestigio y autoridad, confirmó y consolidó este status, y así. .. hasta hoy. Pero no se crea que la familia franciscana ha vegetado tranquilamente en esta instalación burguesa. Los idealistas y realistas han seguido luchando sañudamente en el seno de la familia hasta nuestros días, dando origen a cismas, llamadas refortnas y escisiones de todo color. Francisco ha sido espina clavada en el corazón de la Orden: desafía, incomoda y nunca la deja en paz. Los idealistas dijeron y dicen que somos traidores a los ideales de san Francisco; que el Pobre de Dios está allá arriba y nosotros aquí abajo. Rompamos con la instalación y regresemos a las montañas; desnudémonos de las seguridades y vivamos desapropiados entre los marginados, simple– mente amándonos y amando. Los realistas respondieron y responderán que estamos bien así; que ya estamos sirviendo a la Iglesia con nuestras parroquias; que desde nuestros conventos ya impartimos la Palabra y la Salvación; que somos útiles a la Iglesia con nuestras instituciones; que es. necesario tener en consideración las necesidades de la Iglesia; que, en fin, tenemos que ser realistas. Lo que aparece evidente es que los tiempos en que vivió Francisco, y aun los posteriores, no estaban maduros para asumir y desplegar en gran escala los ideales del Pobre de Asís. Los tiempos que nosotros vivimos, en cambio, sí lo están.
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