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FRANCISCO DE ASÍS 273 lugares: traían agua pétable desde la5, vertientes hasta las aldeas; en los bosques cor,taban trom:os para madera o para leña; se dedicaban a enterrar muertos, sobre todo 'en tiempos de epidemia; remendaban zapatos, tejían cestas, pulían. muebles; según las épocas, ayudaban a los campesinos en la r<tcolección de cereales, fruta, aeeituna, nueces, uvas, recibiendo como salario especies del mismo género que ayudaban a recolectar; más tarde, en otras latitudes, los encontramos- entre los pescadores y marineros, mane– jando pesados remos, o redes de pesca; los. encontramos, inclusive, en las cocinas· de los seño:i;-es feudales ~2 Cel 161 y 178; 1 Cel 25; TC 41 y 68; 1 Cel 18 y 21; TC 22 y 24). Al entrar en la Fraternidad H.6 se aislaban: de su ambiente orig:ínal; al contrario, consideraban su antigua profesión como, el campo normal donde debían ej;ercer su apostolaclo. «l.os hermanos:, dondequiera que se encuen .. tren sirviendo o trabajando en casa de otros, no sean mayordornos o capa– taces, ni estén al Jlrente de las Gasas en que sirven... sino sean: menores y estén suJetos a todos k>s que se hallan en la misma casa» tl R 7, 1~2). · A} salir al mundo para predicar, no descuidaban el trabajo manual. Era norrnar cj_ue los hermanos ayudaran en fa labranza de los campesinos durante· ef drn y, ar atardecer, anunciaran la Palabra en la plazoleta de la aldea a los- infs-mós compañeros de trabajo y a todo el pueblo. Iban de dos en dos por aldeas y ciudades, descalzos, sin cabalgadura, sin dinero, sin provisiones, s:m pFotecdón ni mol"ada fija. Al anochecer se retiraban a alguna eirlliita o leprosería para orar y descansar. En algunas oportunidades pedfa]r hospita]i&d en lbs monasterios. ,Casi todos eran jóvenes, pobres y felices; fuertes y pacientes, austeros y dulces. No maldecían contra la nobleza ni contra el clero. Se mezclaban preferentemente entre la multitud de enfermos, pobres y marginados (1 Cel 22, 88, 89; 2 Cel 155 y 78). III. LA ORDEN FRANCISCANA, HOY Hoy la Orden Franciscana en poco o nada se diferencia de las otras órdenes. Más aún, unos 25 años después de la muerte de san Francisco, la Orden Franciscana no se parecía en nada al ideal soñado por Francisco y vivido en la primera década; y los Hermanos Menores poco se diferen– ciaban de los dominicos o agustinos, salvo en el hábito. Se dio, pues, rapi– dísimamente un desmoronamiento vertical de la fisonomía primitiva en nombre de la organización y d.e una mayor eficacia en el servicio eclesial, clericándose la Orden, organizando los estudios al estilo de los dominicos, construyendo -grandes edificios, y así los antiguos itinerantes acabaron por instalarse definitivamente. Con una bula y otra bula conseguidas de la Santa Sede (cuando Fran– cisco había «prohibido terminantemente», nada menos que en el Testa– mento, pedir tales bulas o privilegios), las grandes exigencias evangélicas fueron evaporándose como por encanto en medio de una áspera lucha entre los idealistas y los realistas (realismo), con predominio, por supuesto, de

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