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LA DIMENSIÓN RECUPERADA 295 preocupamos más de lo que somos en realidad. Azuzados y acosados, lacera– mos nuestra alma con la prisa con que nos movemos hacia la superficie y, al llegar allí nos lanzamos a correr, dejándola maltratada y solitaria. Esa es la traición a nuestra profundidad y a la verdadera vida. Y sólo cuando se cuartee la imagen que de nosotros tenemos; sólo cuando nos sorprendamos en accio– nes que contradigan todo lo que de esta imagen se esperaba; sólo cuando un terremoto conmueva y haga saltar la superficie del modo como nos conoce– mos; sólo entonces nos encontraremos dispuestos a mirar hacia un más pro– fundo estrato de nuestro ser.» 11 Todo esto tiene fiel reflejo en el hecho social ya que los mecanismos que mueven a la persona concreta son totalmente significativos a la hora de enten– der el fenómeno social. Por eso, autores lúcidos como J. Saramago, han dibuja– do la condición humana bajo la imagen de la ceguera que no puede ver dentro. Así concluye su dramática fábula Ensayo sobre la ceguera: «Por qué nos hemos quedado ciegos. No lo sé, quizá lleguemos un día a saber la razón. Quieres que diga lo que estoy pensando. Dime. Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven.» Esta ceguera puede ser imagen de nuestra dificultad para acceder a lo profundo del hecho social y la luz otra imagen, realidad también, de la posibilidad que existe para crear una sociedad alternativa, solidaria, de profunda humanidad. • En esta dirección y leyendo el hecho franciscano con detenimiento, podemos decir que Francisco ha redimensionado el hecho social cuan– do ha entendido la minoridad como una valoración de la básica digni– dad humana que subyace en aquellas personas y colectivos en los que lo humano se diluye por causa de su dura situación de vida. Francisco ha considerado literalmente hermanos, gente con su dignidad intacta, a los pobres que vivían fuera de las murallas y fuera del censo que los hace ciudadanos, con ellos habría de alegrarse el hermano menor; 12 a los herejes a quienes nunca vituperó y al clero bajo cuyas condiciones morales de vida eran con frecuencia discutibles; 13 a las mujeres que socialmente no habían iniciado siquiera el despegue de sus reivindica– ciones.14 De este modo se apuntaba ya al pilar que ha de constituir el futuro de la sociedad: la inalienable dignidad de lo humano. 11 P. TILLICH, op. cit., pp. 111-112. 12 1 R 9, 2. 13 Recordar la anécdota de Esteban de Borbón al respecto, BAC, p. 972. 14 Una es la dirección de los textos «legales» en la línea de la época que manda al religioso el alejamiento y aun el menosprecio de la mujer y otra la dirección del modo vital de Francisco con las mujeres cercanas: Clara, Jacoba, etc. Cf. 2 Cel 191.

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