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LA DIMENSIÓN RECUPERADA 293 tal anterior al encuentro se forja históricamente por mediaciones personales y sociales. Es la primera etapa del camino de la profundidad, quizá la más difícil y aun dolorosa por ser la más inicial y por estar acompañada de persistentes sombras. Pero poco a poco se va concretando en unas manifestaciones especí– ficas que indican que se está andando ya el camino de la profundidad. En el caso de Francisco podemos considerar: • La reiterada pregunta en tomo al sentido de la vida que se manifiesta en una búsqueda activa y hasta un tanto ansiosa del camino a seguir. Aunque esto se manifieste en modos religiosos,5 responde a las pre– guntas básicas sobre el sentido de la vida. Francisco ha sido sin duda de aquellos que han tomado en serio el sentido de su vida, de los que han preguntado apasionadamente y de los que han estado abiertos a una respuesta aun cuando eso haga vacilar los propios cimientos. • La vivencia de la fraternidad como síntoma de la profundidad, ya que Francisco no había incluido en sus planes iniciales una experiencia religiosa en grupo. Pero «cuando el Señor le dio hermanos» 6 descubrió que la fraternidad era la mejor manera de reproducir la vida apostóli– ca, el modo profundo que Jesús tuvo de vivir el Reino. Esto le ha proporcionado a Francisco, más allá de los sufrimientos del final, una fuerte experiencia de alegría, mostrando que el camino de la profundi-• dad genera gozo, por paradójico que parezca. Como decía Nietzsche «el gozo es más profundo que el sufrir del corazón». Y eso lo ha comprobado Francisco en su experiencia de vida fraterna. • La pobreza como camino derecho a lo profundo del Evangelio ya que, como todos sabemos, no puede ser ésta un fin en la vida de Francisco sino el medio más eficaz para entrar en el núcleo del Reino. 7 La consa– grada expresión sanfranciscana que define al menor como «pobre en bienes y rico en virtudes» 8 deja ver la intención de Francisco: la asimi– lación al mundo de las pobrezas conlleva una evidente riqueza, la de andar en la verdad de lo humano, la de experimentar el valor y el gozo de ser persona. Con esto se muestra que el camino de la profundidad no es cuestión de argumentos alambicados sino de agudeza vital, de sencillez honda para adentrarse en lo nuclear de la vida. Por eso Francisco, sin ser especialmente culto, ha sabido huir de la superficiali- 5 Cf. TC 25 y las conocidas «sortes apostolorum» de 2 Cel 15. 6 Test 14. 7 2 R 2, 5-8. 8 2R 6, 4.
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