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LA DIMENSIÓN RECUPERADA 301 • Dado que, de una u otra forma, la pobreza ha ocupado un lugar central en la espiritualidad franciscana, abandonando modos ascéticos que llevan a muy poco, quizá los franciscanos/ as estemos llamados a transmitir nuestro voto de pobreza por un afán explícito de confluen– cia con las pobrezas sociales. Así no solamente habremos dado un rostro nuevo a la minoridad sino que, más a la base, traduciremos en modos actualizados el voto de pobreza, tan obsoleto vitalmente para no pocos/ as hermanos/ as. 38 • Pero los ahondamientos sociales confluyen también con el trabajo por ahondar en la vivencia histórica y relacional de la vida comunitaria. En ese sentido resulta muy luminoso el texto de Vita Consecrata 20: «Pri– mer objetivo de la vida consagrada es el de hacer visibles las maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas.» Este trabajo por adentrarse en la verdad histórica del hermano/ a descubriendo ahí el esfuerzo que Dios hace por construir la persona nueva ha de vacunarnos contra cualquier desaliento que nos aceche en la vida comunitaria. Por estos caminos, y entre otras cosas, quizá pueda lograrse que los jóvenes superen el vértigo que les da optar por un estilo de vida como el nuestro. 39 • Si una de las consecuencias de la profundización ha de ser el caminar por estructuras más unitarias, no tan duales, 40 eso habrá de manifestar– se en un tipo de evangelización que asuma, no sólo que soporte, la secularidad que constituye nuestra sociedad de hoy. Y en ese afán por caminar en la senda de una antropología integradora habría que dar a la contemplación en sus variadas formas una orientación que la haga útil ante todo para crear espacio interior, capacidad creciente para encajar lo difícil y disfrutar lo gozoso de la vida. • Y hablando de redimensionar la vida por el cauce de la profundidad, diremos que en la vida franciscana siempre han estado presentes la alegría, la sencillez, la ingenuidad, pero con frecuencia han venido acompañadas de la improvisación, de la inconstancia y hasta de la incultura. Una vida profunda y con las riendas bien controladas no está reñida en modo alguno con el talante franciscano. 38 Cf. F. AlZPURúA, «La pobreza, ¿maldición o lugar de encuentro?», en Lumen 41 (1992) 281-296. 39 Cf. J. LóPEZ-B. DE Isus1-G. GARcíA, «Los jóvenes sienten vértigo ante la Vida Religiosa. Imagen de los religiosos y las religiosas en la juventud», en Vida Nueva, supl,emento al núm. 2.213, 11 de diciembre de 1999. 4 ° Cf. P.L. ENTRALGO, ¿Qué es el hombre? Evolución y sentido de la vida, Ed. Nobel, Oviedo 1999.
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