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Una escultura de Juan Alonso Villabrille y Ron para los capuchinos de Madrid PÁTINA. Junio 2016. Nº 19, pp. 45-63. ISSN: 1133-2972 57 Otra de las originalidades de Villabrille en la pieza madrileña consistió en la incorporación de tres niños o ángeles que recogían, daban o bien introducían panes en las alforjas del santo. La presencia de este tipo de figuras a los pies del lego puede verse en dos grabados del siglo XVIII, que no coinciden compositivamente con la efigie de Villabrille, pero sí pueden ser una derivación del concepto iconográfico que mostraba su obra escultórica. El primero de ellos se encuentra en la colección de don Isidro Albert de la Biblioteca Nacional (BN), presenta a san Félix de Cantalicio ejerciendo su función como hermano limosnero, misión en la que es ayudado por un ángel (BN. Albert, caja 2, pliego H.613). El segundo grabado pertenece a la colección de don Antonio Correa, que hoy es custodiada por la Calcografía Nacional (CN); se trata de la aparición de la Virgen María y el Niño Jesús al santo capuchino ; san Félix está sobre cúmulo de nubes, por debajo de él se encuentra un único ángel con la alforja sobre uno de sus hombros. Se trata de una obra fechada en 1761 y realizada por Juan Díez, activo en Córdoba entre 1747 y 1770 (papel, talla dulce, 175 x 131 mm, CN, Correa, caja 44, AC 14.282). Juan Alonso Villabrille y Ron realizó «tres niños» en la representación de san Nicolás de Bari para la parroquia madrileña del mismo nombre, hoy templo de los Servitas (Ceán, 1800, ed. 2001: 250). Villabrille vuelve a emplear el recurso de los seres infantiles en la figura de Jesucristo Resucitado , paso procesional que Pérez de Parada regala a la cofradía de la Vera Cruz de Salamanca entre 1718 y 1724, acompañado de «quatro mancebos de gloria con instrumentos en las manos que la publican» (ADS, Cofradía de la Vera Cruz, C-4-/2-2,4, signatura tomada de Albarrán, 2012: 526). Los ángeles niños tocan instrumentos musicales, en concreto la viola da gamba, el cornetto, el violín y el oboe (Urrea, 2013: 96). La anatomía y especialmente el tratamiento de cabello de esos cuatro niños permiten hacernos una idea de cómo podrían ser los realizados para el grupo de san Félix de Cantalicio , aseveración que realizamos por si aparecen en colección particular o bien en el mercado de arte. El artista asturiano tenía unos cincuenta años de edad cuando realiza la efigie del lego capuchino; período, por tanto, de madurez dentro del artista. La escultura madrileña es sacada en andas por las calles de la Corte, este hecho histórico consagra aún más si cabe su prestigio como imaginero de primer orden en la capital de España; cualquier cliente pudo contemplar y admirar la calidad de su obra, suponemos que la fama de Villabrille debió ser importante a partir de esos momentos. Doña Teresa García de Muñatones fallece entre el 20 de marzo y el 12 de octubre de 1712 (Salort, 1997: 455); la pérdida de su esposa pudo provocar que Juan Alonso de Villabrille y Ron se dedicase en cuerpo y alma a lo que mejor sabía hacer: la imaginería religiosa. La cabeza de san Félix de Cantalicio posee un alto grado de virtuosismo técnico. La parte trasera de la testa permite ver la obsesión de Villabrille por llevar sus ondulaciones hasta los lugares más insospechados. Si el busto se extrae fuera del hábito hace que la barba tenga un menor protagonismo, tal y como se advierte en las tomas laterales. Son, en definitiva, fotografías muy importantes para analizar el proceso técnico por parte del escultor. La obra que Juan Ron realizó para el convento de San Antonio del Prado de Madrid no fue el único ejemplo que ensalzaba la vida del santo. Varias comunidades del clero regular madrileño ya tenían imagen de san Félix de Cantalicio en 1713, con motivo de la procesión general que celebraba su canonización; se desconoce su cronología y autoría, pero podemos aportar ligeras particularidades en lo tocante a su iconografía, circunstancia que ayuda a poner más de relieve lo novedoso de los temas iconográficos realizados por Villabrille. Entre los altares efímeros que crearon las diferentes Órdenes Religiosas había cuatro con efigies de san Félix de Cantalicio . Los Jesuitas poseían una efigie de « san Félix , canonizado» (Anónimo, 1719: 253), otra «de admirable escultura» pero de «pequeñas dimensiones» era propiedad de los Carmelitas Descalzos (Ibid: 255), la tercera figura pertenecía a los Clérigos Regulares Menores del Espíritu Santo, presentaba la peculiaridad de llevar «sus alforjas al hombro», lo que hacía de ella una «soberbia escultura» (Ibid: 258), finalmente, una cuarta obra, «ricamente vestida», era propiedad del convento de San Felipe, regentado por los Agustinos Calzados (Ibid: 259). Imagen 9. Atribuido a Juan Alonso Villabrille y Ron. San Félix de Cantalicio: detalle de la cabeza, oblicuo derecho de la figura. Fotografía de Mario Mateos. Imagen 10. Atribuido a Juan Alonso Villabrille y Ron. San Joaquín: pormenor de la cabeza, oblicuo derecho de la imagen. Madera policromada, hacia 1721- 1727, colegiata de Pravia (Asturias). Fotografía de Pablo Cano. Imagen 11. Atribuido a Juan Alonso Villabrille y Ron. San Francisco de Asís: detalle de la cabeza, visión frontal, Instituto de Valencia de Don Juan de Madrid. Fotografía de Pablo Cano. Imagen 12. Juan Alonso Villabrille y Ron. Ecce Homo: pormenor de la cabeza, oblicuo derecho de la imagen. Madera policromada, 97 cm de altura, obra firmada y fechada en 1726, coro del monasterio de San Quirce y Santa Julita de Valladolid. Fotografía de Pablo Cano.
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