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22 LÁZARO IRIARTE la misión, la elección de seguir a Cristo en pobreza total fue decisiva. El grupo de Rivotorto comenzó a procurarse lo necesario mediante el trabajo ocasional y la mendicación. Con exquisita comprensión hacia los compañeros, Francisco no les impone en un primer momento una experiencia demasiado dura, por ejemplo, a caballeros como Bernardo de Quintavalle y Ángel Tancredi, a hombres doctores y nobles como Pedro Cattani y Felipe Longo; prefería ir solo a mendigar de puerta en puerta, hasta que no le pareció que estaban espiritual– mente dispuestos para afrontar un igual ejercicio de minoridad (cf. LP 3). 3.1. La mendicación en la Regla no bulada 3.1.1. La limosna, medio subsidiario de sustentamiento (1 R 7, 8s) En el capítulo VII sobre «el modo de servir y trabajar», Francisco prevé el recurso a la mendicación, pero sólo cuando no se obtiene del trabajo lo necesa– rio: «cuando sea necesario vayan por la limosna» (1 R 7, 9). Por lo tanto hasta que la fraternidad no adquirió consistencia, el trabajo constituía, por voluntad del Fundador, el medio primario y normal de vida, aunque no siempre salía bien, porque los hermanos debían ocuparse en servicios gratuitos sin retribu– ciones. El dinero es excluido tanto como paga del trabajo, que como limosna. 3.1.2. La tentación de la mendicación itinerante (1 R 8, 9) El capítulo VIII, sobre la prohibición de recibir dinero, refleja el sentido profético que Francisco atribuía a la exclusión de la pecunia, inspirada en el Evangelio de la misión (Mt 10,9), en aquel mundo en el cual el dinero estaba retomando su función de factor económico determinante. Eran numerosos los llamados quaestores, que recorrían las ciudades recogiendo limosnas pecunia– rias para la cruzada, para los lugares santos de Palestina, para santuarios y otras obras, con el incentivo de las indulgencias. 2 Francisco ve en este procedimiento un verdadero peligro para la Orden, pues las indulgencias gozan de una estima general; los hermanos podrían ser instrumentalizados a beneficio de otros intereses. Por eso establece: «En nin– gún modo los hermanos acepten, ni permitan de aceptar, ni busquen, ni hagan buscar pecunia por limosna, ni dinero para casa y lugares, ni acompañen a personas que van en búsqueda de pecunia o dinero para tales lugares.» Hace, sin embargo, una excepción en favor de los «hermanos cristianos», que no tienen la posibilidad de trabajar, ni de pedir limosna, recluidos como están en las leproserías: Cf. A. CARPANETO, «Quaestua», in Diz. degli Jstituti di Perfezione, VII, 1973, 1155.

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