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EL RECURSO A LA MESA DEL SEÑOR 29 buscadores cualificados fueron por todas partes los hermanos laicos, cada vez más numerosos; frecuentemente ejercitaban, también, este deber los clérigos en período de formación y los simples sacerdotes. En la historia de la Orden la imagen del hermano mendicante no era solamente la de un simple proveedor del convento, que recorre las calles de la ciudad o los pequeños pueblos de la zona, solicitando la caridad de la gente, sino la de quien, sin pretenderla, cumple una misión fecunda, a menudo más amplia y más incisiva que la del predicador, con su ejemplo, con su palabra simple pero iluminada que hace de él el consejero familiar, con su caridad y con la eficacia de su oración. Se puede decir que representa el prototipo de la santidad genuinamente capuchina. Sería interminable el catálogo de estos héroes de la alforja, que hasta nuestro tiempo han sido objeto de gran veneración. Basta recordar los cuatro grandes santos: Félix de Cantalicio (t 1587), Crispín de Viterbo (t 1750), Ignacio de Láconi (t 1781), Francisco María de Camporroso (t 1787); los beatos B~rnardo de Ófida (t 1649) y Félix de Nicosia (t 1787). Y la larga serie de siervos de Dios, de los cuales se ha iniciado el proceso de canonización: Tomás de Olera (t 1631), Jorge de Augusta (t 1762), Leopoldo de Alpandeire (t 1956), Nicolás de Gesturi (t 1958). Estos dos últimos pertenecen al siglo xx; pero son tantos los santos herma– nos buscadores contemporáneos que su imagen permanece indeleble en la memoria de los religiosos y de la gente, hasta con nostalgia de un pasado sin retorno. No se olvide otro aspecto de la limosna que ha sido practicado y aún hoy se practica en muchos lugares: el compartir que se hace mediante la clásica «sopa de los frailes», servida en otro tiempo en la puerta del convento o en servicio de comedores gratuitos para ancianos y transeúntes. 3.6. El recurso de «la mesa del Señor» en nuestros tiempos 3.6.1. ¿Es todavía practicable la mendicidad? En todos los tiempos ha existido la tendencia a hacer del recurso de la caridad pública una opción estable, lo que no parece entre en el diseño de Dios sobre la dinámica social de los hombres, sino en el caso de quien profesa la pobreza voluntaria y el servicio gratuito a los otros. Pero fue en la época del positivismo económico y de la Ilustración cuando en Europa se comenzó a ver en la mendicidad, no sólo una elección indigna de la persona humana en una sociedad evolucionada, sino también una rémora al
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