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EL CARISMA DE FRANCISCO DE ASÍS 97 La Regla bulada es lacónica a este respecto: No tengan sospechoso trato o consejos de mujeres. La evolución de la Fraternidad comportaba la entrada, cada vez más imperiosa, en los cauces jurídicos de la Iglesia. Con esto no quiero decir que Francisco viera mal la regulación de las precauciones respecto a la castidad, 361 puesto que comulgaba con el ambiente de infravaloración de la sexualidad; una prueba de ello es la dedicación de un capítulo de la Regla de 1221 a la fornicación: Si, por instigación del diablo, fornicare algún hermano, sea despojado del hábito, que ha perdido por su torpe pecado, y déjelo del todo y sea expulsado absolutamente de nuestra Religión. Y haga después penitencia de sus pecados (1 R 13). El fragmento es duro y demuestra lo que significaba para Francisco la castidad dentro de la forma del santo Evangelio prometida al Señor. Herejía y fornicación son incompatibles con la condición de hermano menor. Por eso a los que caen en tales fallos no se les expulsa propiamente de la Fraternidad, sino que se les invita a terminar con la farsa de llevar un hábito que no corresponde a la actitud interior de amar a Dios y adorarlo con puro corazón y casto cuerpo (LM 5, 4). La identidad del hermano menor se quiebra cuando en vez de remover impedimentos para servir, amar, honrar y adorar al Seiior Dios con limpio corazón y mente pura se pone la fornicación como una barrera que impide consagrarse por entero a ÉL Por eso lo más lógico es que deje la Fraternidad y haga después penitencia de sus pecados. Si la regulación de las precauciones tendentes a proteger la castidad era algo necesario, no parece que lo fuera tanto la imagen que se hizo de ella al evolucionar posteriormente la Orden. Poco a poco se va perdiendo esa espon– taneidad respetuosa en relación con las mujeres, propia de los movimientos pauperísticos laicos, para volver otra vez a esa actitud recelosa y despectiva que caracterizaba a la tradición monástica. Celano, sobre todo en su Vida II, nos ofrece una imagen tan misógina de Francisco que muy difícilmente la hacen creíble; más bien se adivina un intento de proyectar sobre el Santo los problemas que tenía planteados la Orden a la hora de escribirse las Leyendas. Para Celano, la mujer no es una persona con la que se pueda tratar, sino un peligro del que hay que huir y compadecer (2 Cel 112). Así hace decir a Francisco que es frivolidad toda conver- 361 Sin embargo hay que tener en cuenta sus relaciones con Clara y Jacoba de Settesoli, con las que se comporta de un modo especial. A pesar de la prohibición de que las mujeres entraran en el convento de la Porciúncula (LP 8), a Jacoba sí que la deja. Para ver la psicología de Francisco respecto a la mujer es iluminativo 2 Cel 113, lo mismo que los paralelos LP 37 y EP 86; d. R Manselli, Nos qui cum ea fuimus, p. 199.

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