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108 JULIOMICÓ mo Perusino recuerdan su mediación ante el Papa en la aprobación de la Regla y el nombramiento como cardenal protector (TC 62; AP 44). Los demás no ofrecen una imagen de Hugolino, admirador benévolo de Francisco, pero que no interviene en la evolución de la Fraternidad. Esta doble visión 399 da pie a que los estudiosos aborden la figura del cardenal protector desde ángulos diversos. ¿Fue Francisco el que pidió para la Fraternidad la presencia de un cardenal protector con todas sus atribuciones o fue, más bien, la Curia romana la que lo impuso como condición para que el grupo entrara a formar parte de la institución eclesial? En general, se había admitido siempre como posesión pacífica el hecho de que había sido Francisco el primero en adelantarse a la Curia para que se le concediera un cardenal protector. P. SABATIER, desde una situación científica– mente más crítica y vitalmente antirromana, vio la necesidad de interpretar las fuentes subrayando el condicionamiento que supuso para el carisma de Fran– cisco la intervención de la Curia romana, hasta el punto de convertir un grupo o Fraternidad carismática en una Orden homologable por su estructura a las ya existentes dentro de la institución eclesial. 4 ºº Basándose en las fuentes más propensas a magnificar la figura de Hugolino, sobre todo la I de Celano, el P. EssER defiende, desde una posición claramente antisabateriana, la iniciativa de Francisco a la hora de pedir a la Curia un cardenal protector. Los motivos que aduce son de simple fidelidad a la Iglesia romana y la comprensión, por parte de Hugolino, del carisma franciscano. 401 Posteriormente, en mayor o menor grado, casi todos los estudiosos se han alineado en alguna de estas dos tendencias. A mi modo de ver, la diferencia radica en el contexto histórico en el que se colocan y tratan de interpretar las fuentes. Indudablemente, leídas de forma aséptica, todas las que narran el hecho hacen partir de Francisco la iniciativa de pedir a Hugolino como protec– tor; sin embargo, analizando la conducta de la Curia romana frente a los .N 9 De las fuentes no se deduce de quién partió la iniciativa; mientras Giano y Celano dicen que fue el propio Francisco quien pidió al Papa un cardenal que hiciera sus veces y con el que pudiera hablar cuando tuviera necesidad, les escuchara y resolviera sus problemas y los de la Orden (Crónica, 14, p. 24'.1; 2 Cel 25), los Tres Compañeros hablan de un ofrecimiento del propio cardenal con el fin de aconsejarles, ayudarles y protegerles (TC 61). No obstante ambas fuentes son conciliables, ya que se podría tratar de un primer contacto -según los TC- que cuajará después en una institucionalización. 40 ° Cf. P. SABATIER, Francisco de Asís, p. 237 s.; K.-V. SELGE, «Franz von Assisi...», p. 159 s.; R. MANSFLLI, San Francisco, p. 189. i,H Cf. «"Sancta Mater Ecclesia Romana". La piedad eclesial de S. Francisco», en Temas Espirituales, p. 141 ss.

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