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102 JULIO MICÓ Esta prohibición tiene cierta lógica, por cuanto tal parentesco podría ser ocasión para mantener al fraile ligado a determinadas familias, lo cual contras– ta con la opción radical de abandonarlo todo, incluso la propia familia, para seguir a Cristo. Además, aunque por su parte no hubiera mala intención, podría originar escándalo entre los mismos frailes o en la gente seglar; de ahí que ponga sobreaviso a los frailes para que procuren evitar todos estos incon– venientes, y el modo más eficaz es prohibiendo la causa de ellos; es decir, el ser compadres por haber apadrinado a alguien. XII. LOS QUE VAN ENTRE SARRACENOS Y OTROS INFIELES Este capítulo cierra los temas de la Regla hablando sobre las misiones y el cardenal protector. En principio parecen dos temas sin ilación, sin embargo tienen una unidad interna: La regla termina con la vocación misionera porque, como actitud martiriat es la forma perfecta de realizar la vocación del herma– no menor; una vocación que sólo puede entenderse dentro de la Iglesia. La decisión de evangelizar a los sarracenos forma parte, desde muy pronto, del plan misional de la Fraternidad. 372 Francisco había vivido el ambiente de cruzada que envolvía toda la cristiandad 373 y después de su conversión segui– rá pensando, aunque con métodos distintos, ganar a los infieles para Cristo y la Iglesia. La creación del cardenal protector como elemento de control y enlace con la jerarquía de Roma forma también parte de la relación especial que existió entre la Fraternidad y la Curia. La figura del cardenal protector no es ninguna cuña dentro del movimiento franciscano. Francisco lo concibe como algo lógico y necesario que lo vincule palpablemente con la Iglesia, dentro de la cual solamente es posible vivir el Evangelio en pobreza y hu– mildad. c. 103, D. IV; Reg. Ad nwnachos S. Aureliani Arelatensis Ep., MIGNE, PL 68, 390; Conc. Londinense (1102), ibid. 159, 430; Rcg. Templariorum (1128) en SCIIÜRER, Die urspriingliche Templerregel, Reiburg 1903, p. 153. 172 Cf. L. IRIARTE, «Spirih1alita missionaria francescana», en Misione nova in un mundo nuovo, Bologna 1979, p. 70 ss. ·373 E. DELARUELLE, «Essai sur la formation de l'idée de croisade», en Bull. Litt. Eccl. To11lo11se 42 (1941) 24-45; 55 (1954) 50-63; l'. RoussET, «L'idée de croisade chez les chroniqueurs d'Occident», en X Congr. Inter. Scienz. Stor., Roma 4-11 sett. 1955, III, Florenz. 1955, pp. 547-563; A Dupront, La chrétiente et l'idée de croisade. Vol. 1: Les premieres croisades. Vol. II: Reconunencement nécessaires (x11e-xme siecles), París 1954-1959.

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