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100 JULIO MICÚ Con el fin de actuar más eficazmente, obtuvo plenos poderes pontificios para defender a las Damas Pobres y excomulgar a quienes las molestasen. 368 De vuelta a Italia, Francisco trató el problema con la Curia hasta conseguir que fueran anuladas tales decisiones tomadas en su ausencia (Giano, Crónica, 14). Esto no consiguió apaciguar del todo las tensiones, a pesar de que la Regla bulada prohibiera tajantemente la entrada en los monasterios, pues en 1230 Gregorio IX escribió la bula Qua elongati dando contestación a las preguntas de los frailes sobre la interpretación de la Regla y el Testamento. Respecto al capítulo en cuestión les dice que ninguno, sin la autorización de la Santa Sede, puede acercarse a los monasterios de monjas. Y con el nombre de monasterio se entiende el claustro, la casa y las oficinas internas, porque a las demás dependencias donde también los seglares tienen acceso, también los hermanos pueden entrar, por motivos de predicación o de colecta de limosnas, natural– mente aquellos a quienes se ha concedido por los respectivos superiores teniendo en cuenta su madurez e idoneidad. Se exceptúan siempre, sin embar– go, los monasterios de las pobres monjas reclusas; a nadie se concede facultad de acceder a ellos si no es con licencia especial de la Sede Apostólica. 369 Al enterarse Clara de esto, doliéndose de que las hermanas habían de tener rara vez el manjar de la doctrina sagrada, habló gimiendo: Quítenos ya para siempre a todos los frailes toda vez que nos retirá a los que nos administraban el nutrimiento de vida. 370 El mismo contraste que se da entre la voluntad de Francisco y su promesa de cuidar espiritualmente de las Damas Pobres y la limitación de visitar los monasterios solamente a los que la Santa Sede les diera una autorización especial, se refleja también en las Leyendas, principalmente en la II de Celano. En ella aparece una cosa evidente, y es que Francisco se retrajo poco a poco de visitarlas, al mismo tiempo que responde a los hermanos sorprendidos por esta actitud: No creáis que no las amo de veras. Pues si fuera culpa cultivarlas en Cristo, ¿no hubiera sido culpa mayor el haberlas unido a Cristo? Y si es cierto que el no haber sido llamadas, para nadie es injuria, digo que es suma crueldad el no ocuparse de ellas una vez que han sido llamadas. Pero os doy ejemplo para que vosotros hagáis también como yo hago. No quiero que alguno se ofrezca espontáneamente a visitarlas, sino que dispongo que se destinen al seruicio de ellas a quienes no lo quieren y se resisten en gran manera: tan sólo varones espirituales., recomendables por una vida virtuosa de mios (2 Cel 205). 368 J. DE G1ANO, Crónica, 13, p. 242 s.; R. Rusconí, «L'espansione del francescanesimo fcmminile ne! secolo xm»; en Movimento religioso fcmminilc, p. 279 ss.; ibid., p. 39 ss. ·' 69 Cronistas franciscanos, p. 278. 370 Escritos de Sta. Clara, 171.

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