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EL CARISMA DE FRANCISCO DE ASÍS 399 se manda echar de sí toda avaricia, envidia, soberbia, murmuraciones y mali– cia.349 Todas aquellas cosas que impiden un acercamiento limpio a la presencia de Dios. No obstante, en el fragmento se ven reflejados unos temas muy queridos por el Santo que fueron tratados con mayor amplitud en los capítulos XVII y XVIII de la Regla de 1221. Al hablar de los predicadores en esa misma Regla, pone en evidencia la división interna en que se debate el cristiano al experimentar en él las tensio– nes entre la carne y el espíritu: 350 Guardémonos, pues, todos los hermanos de toda soberbia y vanagloria; y defendámonos de la sabiduría de este mundo y de la prudencia de la carne, ya que el espíritu de la carne quiere y se esfuerza mucho por tener palabras, pero poco por tener obras, y busca no la religión y santidad en el espíritu interior, sino que quiere y desea tener una religión y santidad que aparezca exteriormente a los hombres. Y éstos son aquellos de quienes dice el Señor: En verdad os digo, recibieron su recompensa. El espíritu del Señor, en cambio, quiere que la carne sea mortificada y despreciada, tenida por vil y abyecta. Y se afana por la humildad y la paciencia, y la pura, y simple, y verdadera paz del espíritu. Y siempre desea, más que nada, el temor divino y la divina sabiduría, y el divino amor del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (1 R 17,9-16). Frente al peligro de vaciar de contenido la minoridad que caracteriza al grupo, acumulando actitudes y posiciones incoherentes con la opción de la forma del santo Evangelio que habían tomado, Francisco les advierte que traten de ser consecuentes, manteniéndose en el lugar eclesial que el Señor les había designado. En este contexto evolutivo de la Fraternidad hacia formas y posi– ciones dentro de la Iglesia que se alejaban peligrosamente de la intuición original que había tenido Francisco al formar el grupo, no es extraño que apunte un detalle, por otra parte innecesario en el conjunto del capítulo, que pone de manifiesto cuál era su actitud frente al intelectualismo que se estaba fraguando en la Fraternidad. El no se preocupen de hacer estudios los que no los hayan hecho es algo más que un consejo destinado a los pobres hermanos laicos para que no caigan en la tentación del intelectualismo. A mi parecer se trata de una toma de postura en la que se valora cuál es la función de los estudios dentro del carisma de la Fraternidad; una valoración que se repite en el Testamento al recordar que los primeros compañeros habían optado por ser indoctos y sometidos a todos (Test 19). 349 !bid. PL 217, 1142. 35 ° Cf. K. EssER-L. HARDICK, Schriften des hl. Franziskus von Assisi, Werl in W. 1956 (2. ª edición), p. 197, el «excursus» Leib und Fleisch. No obstante reconocer la seriedad de este trabajo, me da la impresión de que Francisco no llegó directamente a estos conceptos paulinos sino a través de la doctrina agustiniana, lo cual explicaría cierto poso sexual pesimista que parece tener en sus escritos.
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