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388 JULIO MJCÓ licencia para predicar en público la penitencia se concedió solamente después de haberles hecho las tonsuras y haberlos convertido en clérigos (LM 4,10). Pero no está del todo claro que la tonsura concedida fuera clerical, sino, más bien, un signo de vinculación a la Curia o la Iglesia de Roma, puesto que en la práctica y a la hora de conceder licencia para predicar, Francisco no tiene en cuenta la condición de clérigo o laico, sino simplemente la capacidad de ejercer la función (TC 59). Además, el permiso concedido por el Papa era, en principio, para predicar la penitencia, lo cual no exigía ningún tipo de preparación teológica por tratarse de simples exhortaciones al cumplimiento de los deberes cristianos. Sólo posteriormente, y debido a la entrada de clérigos en la Fraternidad, se distinguirá la predicación teológica sobre los artículos de la fe y los sacramen– tos, de las exhortaciones morales o penitenciales. 333 La Regla de 1221 conserva todavía estos dos tipos de predicación. En el capítulo XVII, dedicado a los predicadores, ofrece unas directrices para que los hermanos que tienen este oficio no se lo apropien, convirtiéndolo en motivo de orgullo y prestigio personal. La Admonición 7 habla, igualmente, del peligro que corren los predicadores de aprovecharse de su oficio en beneficio propio, en vez de ponerse a su servicio y obrar en consecuencia. Estas exhortaciones a la humildad no son gratuitas, pues el equipo de predicadores había consegui– do cierto poder dentro de la fraternidad, como era el formar parte de la aristocracia capitular. 334 Junto a la predicación oficial hay otra que pueden hacer todos los herma– nos cuando les parezca conveniente, y que se reduce a una exhortación o lauda: Temed y honrad, alabad y bendecid, dad gracias y adorad al Señor omnipotente en Trinidad y Unidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas. Haced penitencia, haced frutos dignos de penitencia, que presto moriremos. Dad y se os dará. Perdonad y se os perdonará. Y si no perdonáis a los hombres sus pecados, el Señor no os perdonará los vuestros; confesad todos vuestros pecados. Dichosos los que mueren en penitencia, porque estarán en el reino de los cielos. ¡Ay de aquellos que no mueren en penitencia, porque serán hijos del diablo, cuyas obras hacen, e irán al fuego eterno! Guardaos y absteneos de todo mal y perseverad hasta el fin en el bien. 335 El oficio de la predicación desempeñado por la Fraternidad bajo la depen– dencia de la Curia, aunque suponía una garantía frente a la autoridad de los 333 Cf. C. DELCORNo, Origini della predicazione francescana, pp. 145s.-149 s.¡ J.-F. GoDET, La predicación en la evolución de la Orden, p. 115 s. 334 Según Giano, los predicadores formaban en Alemania un grupo que asistía a los Capítulos (Crónica, 37.51., pp. 254. 260). Cf. nota 319. 335 1 R 21,2-9; cf. C. DELCORNO, Origini della predicazione, pp. 134 s.
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