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EL CARISMA DE FRANCISCO DE ASÍS 387 ellos tuvieran dificultades a la hora de ejercer su apostolado, terminando la mayoría como fundadores de órdenes religiosas y salvándose así de las iras de la jerarquía que persiguió furiosamente toda predicación itinerante. 329 En 1179 Pedro Valdo y sus compañeros se dirigían a Roma, después que el obispo de Lyon los expulsara de su diócesis por haber predicado sin autoriza– ción, para ver sí conseguían permiso, pero no les fue posible. 330 Igual suerte corrieron el grupo de los Humillados. Habiendo recurrido al Concilio para que les aprobase su Forma de Vida, éste les permitió que siguieran viviendo evangélicamente, pero sin predicar en público ni tener reuniones entre sus seguidores. 331 Estas medidas no tuvieron ningún efecto, pues tanto unos como otros, después de un breve tiempo de reflexión, siguieron predicando en contra de la decisión papal. Cinco años después, en 1184, Lucio III condenaba como herejes a todos los que osaran predicar sin el permiso de la Curia o de sus respectivos obispos. Esta situación tensa duraría hasta 1201 en que Inocencio III aprobaba el Propositum de la tercera Orden de los Humillados en el que se les permitía predicar en sus reuniones sobre materias morales, no sobre la fe y los sacra– mentos, con tal de que pidieran el consentimiento del obispo. En 1208 el mismo papa recibía a un grupo de Valdenses, los Pobres Católicos, encabezados por Durand de Huesca, y les aprobaba un Proposítum en el que se les permitía, entre otras cosas, seguir predicando públicamente, con tal de que fuera con el conocimiento de los obispos y no entorpecieran la predicación parroquial. Dos años después, en 1210, llegaba a Roma el grupo de Bernardo Prim con el fin de que los aprobara el Papa, lo que, efectivamente, consiguieron. En el Propositum aprobado en 1212 se les autoriza a seguir predicando públicamente con el consentimiento del Obispo. El contenido de la predicación de estos dos últimos grupos, puesto que estaban formados en su inmensa mayoría por clérigos, abarcaba también el dogma. Dentro de este mismo contexto se debe ver la visita a Roma de Francisco y sus compañeros en 1209-1 O para que el Papa les aprobara provisionalmente el Propositum o esbozo de regla presentada. 332 Los biógrafos aseguran que la 329 Ibid., p. 31. :no La curia condicionó el permiso al resultado de un examen teológico, pero la falta de seriedad y el desprecio con que se miraba a estos grupos itinerantes hizo que fuese negativo. Se les negó la autorización para predicar y Alejandro III, según la decisión tomada por el Concilio III de Letrán, los despidió diciéndoles que solamente lo podían hacer cuando los sacerdotes de las zonas donde ellos estaban se lo pidiesen; cf. H. GRUNDMANN, Movimenti religiosi, pp. 39 s,s. 331 Ibid., p. 42. 332 Cf. M. MACCARRONE, Studi su Innocenzo Il[, Padova 1972, p. 306.

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