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290 FIDEL AIZPURÚA, 0FMCAP ha dado pie a que franciscanos/as concretos hayan abierto brechas nuevas en la historia de la fe. Pero, sin restar fuerza a esos anhelos individuales, lo cierto es que hoy, por múltiples razones, eclesiales y sociales, se impone la coordina– ción, el trabajo en grupo, la conciencia de que el futuro habla más en el ámbito de lo múltiple que en el de lo particular. Este sentimiento del valor de lo común y de lo coordinado puede ser una formidable herramienta para hacer frente a los retos de la cultura secular de hoy, uno de ellos, del todo cercano, el de la globalización. 3 Este es un asunto de tal magnitud, incluso en estos comienzos en los que lo estamos viviendo, que esbozar respuestas no puede estar al alcance de una sola persona o de un grupo reducido. Cuanto más coordinado esté el colectivo, tanta mayor posibi– lidad de una respuesta adecuada. Bien lo saben quienes quieren utilizar el fenómeno de la globalización para su exclusivo lucro. Por eso tienden no solamente a anular los efectos de quienes piensan en maneras distintas, más cargadas de humanismo, sino a dispersarlos. 4 Es el viejo «divide y vencerás» siempre vigente. Caer en esa trampa del particularismo es hacer el juego a los modernos explotadores de lo humano. Para construir en modos adecuados la respuesta al reto de la globalización que, como familia franciscana, se nos exige hoy será preciso generar pensa– miento y, sobre todo, caminos comunes, por modestos que sean. Pensar la globalizaciém es tarea actual, y los pasos que se van dando en esta materia son 3 No nos vamos a detener en explicar qué es el fenómeno de la globalízaci{m porque, además de que numerosos autores lo han hecho en modos absolutamente comprensibles para los profanos ( d. L. GoNZÁl EZ-CARVAJAL, Los cristianos del siglo xx1, Santander 2001, pp. 22-51; J. EsrEFANíA, Diccionario de la nueva economía, Barcelona 2001, pp. 163-168) o en modos más técnicos (cf., por ejemplo, la obra de M. CASTELI.S, La era de la información. Economía, sociedad 1f cultura, 3 Vols., Madrid 1999), todos, como ciudada– nos/as, sabemos «bien» de qué se trata: el mundo ha entrado en una interrelación, a todos los niveles, que está haciendo saltar la idea nación como algo excluyente para entrar en una idea de mundo concebido como una realidad global. Esto influye en todos los ámbitos de la realidad, aunque sea el económico el que, hoy por hoy, se lleva el gato al agua. Para una visión del tema desde la perspectiva religiosa se hace imprescindible la lectura del documento de la Corv11s1úN TE0Lúc1cA DF LA UNiélN DE LOS SurERIORES GENERALES, «Dentro de la Globalización: hacia w1a comtmión pluricéntrica e intercultural. Implicaciones eclesiológicas para el gobierno de nuestros institutos», en Vida Religiosa, marzo 2001 (90), 8-37. ·1 Curiosamente se les llama «grupos antiglobalización» o «globofóbicos»: cf. J. EsTEFANfA; op. cit., pp. 169-177. 5 Aquí se plantea frontalmente el problema de las ONGs franciscanas que empie– zan a brotar y que habrían de descubrir el camino de una cierta convergencia.

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