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298 FIDEL AIZPURÚA, OFMCAP 3. EL LEGADO DE UN GRAN SUEÑO Cuanto más nos adentramos en el mensaje franciscano, tanto más nos vamos convenciendo de que la mejor aportación de Francisco y Clara a la sinfonía de la vida eclesial y a la misma historia no es sino su ingenua e increíble utopía de la fraternidad universal. Es la fraternidad que crea relacio– nes nuevas, definitivas, no solamente entre las personas sino con el resto de los seres creados. Cuando Francisco derrama profusamente en sus escritos la expresión «hermano/a» dirigida no solo a las personas sino al cosmos entero no lo hace como quien usa un latiguillo más o menos poético. Francisco cree que el hermano débil es hermano, y que lo son también el bandolero, la muerte, la piedra, el sol, el agua, el gusano, etc. No hace poesía sino que cree en una extraña hermandad. 29 Esto solamente puede provenir de una persona que ha captado profundamente el «origen común» de todo el hecho creacional.1° Francisco cree que si tenemos el mismo origen común, el corazón del Padre que tiene características maternas, entonces toda criatura es hijo o hija. Esta mirada solamente puede brotar si uno/a logra librarse del instinto de pose– sión. Francisco se siente verdaderamente hermano porque puede acoger las cosas sin los intereses de la posesión, del lucro y de la eficacia como valor exclusivo. «Desde esa posición puede reconciliarse con todas las cosas e inau– gurar una democracia verdaderamente cósmica.» 31 Esta percepción cósmica de naturaleza fraterna sufre mil y un embates en el duro devenir de la historia. Francisco mismo ha creído perderla en los tiempos de su gran crisis final. 32 Muchos franciscanosí as 1 fuertemente proba– dos por la vida 1 han tenido sentimientos similares.3 3 Si no se mira con ojos nuevos la realidad de la persona, no es fácil que brote y se mantenga viva la utopía de la fraternidad, la fe en que la persona, más allá de sus debilidades evidentes, puede ser realmente hermano y hermana míos. 34 Cuando se cierra el 29 «San Buenaventura afirma que el mundo es nuestra morada en la que el francisca– no vive con sentimiento hogareño»: J.A. l\1ERJNO, Humanismo frrmciscmw. Francíscanismo y mundo actual, Madrid 1982, p. 306. 'º «Lleno de la mayor emoción al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas 1 por más despreciables que fuesen, el dulce nombre de hermanas, pues sabía muy bien que todas terúan el mismo origen que él»: LM 8, 6. :si L. fü)FF, op. cit., p. 268. 3" LP 83. «Necesitaba su luz, la irradiación de su paz, para no caer en la duda, para atreverme a creer todavía en el mensaje evangélico de la fraternidad»: E. LECLERC, El sol sale sobre Asís, Santander 2000, p. 41. 34 CtaM 9.
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