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296 PIDEL AIZPlJRÚA, OFMC:AP el signo minúsculo hasta el plan macropolítico. En esta lucha denodada se curte quien anhela una sociedad de estilo distinto. 23 * La garantía de las necesidades fundamentales: La civilización de la pobreza se opone tanto al empobrecimiento de quien se queda excluido como al enriquecimiento de quien excluye. El criterio de la necesidad, viejo como el tiempo, sigue siendo válido. Cuando las necesidades de una vida digna, a las que es lícito aspirar, se vean colmadas se habrá dado un paso decisivo en el camino de la vida. Hoy por hoy, los obstáculos para el nacimiento de esa realidad son, sin duda, la riqueza acumulada y las personas y países que la acumulan. La reclamación continua que los pobres hacen de su parte de felicidad no lograda es su gran aportación. Por molesta u olvidada que se quiera, siempre estará ahí llamando a nuestras puertas. 24 * Las otras necesidades: Ellacuría cita explícitamente «la libertad de opcio– nes personales». Si la globalización, entendida en los modos del liberalismo económico, lleva a algo es a la más profunda despersonalización. Lo que rige la vida ya no es la persona, ni siquiera el Estado. La verdadera patria de esa globalización envenenada son las multinacionales que están en cuestión de,··re– supuesto, como lo hemos dicho, e incluso en cuestión de decisiones, por encima de los estados. La civilización de la pobreza reivindica la centralidad e innegociabilidad de la persona. Y mantiene esa certeza con la tenacidad de quien se sabe en el camino correcto. * Nuevas formas de vida y de cultura: Habla también Ellacuría de «un ámbito de creatividad personal y comunitaria que permita la aparición de nuevas formas de vida y cultura». La civilización de la pobreza no está reñida con la creatividad. Más bien es el dinero el que termina por ahogar la cultura. 2 " Las formas culturales sufragadas en modos oficiales por la cultura dominante 23 En este sentido, sería preciso revisar el concepto de la espiritualidad franciscana del «amor a la pobreza». Es, no lo olvidemos, pretender amar una negatividad. Eso no tiene sentido a no ser que ese amor se oriente hacia la realidad de la persona pobre, lo que hoy debe incluir la lucha contra la pobreza. 24 Hemos acumulado dinero, inversiones, y a la vez hemos despojado de bienes a países débiles. Ahora nos extraña que llamen a nuestras puertas y, apoyándonos en una Ley de Extranjería que hemos hecho a la medida de nuestros intereses y de nuestros miedos, olvidamos el derecho anterior a toda ley que no es otro que el del logro de la más elemental dignidad de vida que satisfaga las necesidades básicas de las personas. 25 La política de subvenciones, tan discutida, raramente ha producido caminos nuevos de cultura; más bien ha terminado siendo cultura del sistema.

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