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184 FIDEL DE AIZPURÚA, OFMCAP e) Lo que ocurrió después Esta nueva visión de la realidad personal se ve confirmada en la revelación que Francisco tiene en el diálogo con el Cristo de San Damián.12 El hermano Francisco ve en aquel rostro de la tabla bizantina al rostro de la humanidad de Dios. Ese rostro no es semejante al de los socialmente privilegiados, ni al de los señores de la guerra o de la Iglesia; el rostro humano de Dios no es el de los «ciudadanos». Es más reconocible en el de los excluidos que muestran su sufrimiento y no logran implicar a la sociedad; está inmerso en su angustia y la ha tomado sobre sí. Incluso ve con claridad que su propia vida herida es acogida en la cruz de Cristo. La cruz de Jesús respaldaba su visión de la persona en exclusión y las decisiones concretas que de ello van a seguir: tomar el estado de penitente, dedicarse a la oración solitaria, incrementar la caridad con la venta en Foliño, huir de casa temiendo las represalias paternas, terminar en los tribunales del Obispo de Asís hasta poder decir que tiene «otro padre». d) El evangelio de misión Este evangelio, que se constituye en programa de sus primeros pasos en su vida nueva, de la nueva gracia, traduce la experiencia del leproso-crucificado que tanto le ha marcado. Pero la traduce en modos sociales: caminar entre la gente pobre y sufriente queriendo indicar que ellos también tienen derecho a sentarse en el banquete de la vida, revelar al Dios bueno alejando el temor y recreando el amor y fomentar la reconciliación como camino para la paz, hacer de la exclusión y la pobreza no una maldición sino un lugar de encuentro. 2. VALORACIONES a) Valoraciones antropológicas Solamente es posible percibir la realidad, incluso la realidad herida, desde una perspectiva diversa si se va asimilando, tomando la expresión atribuida a U. von Balthasar de que la «verdad es sinfónica», que la vida es parte de la enorme sinfonía de lo creado. El hermano Francisco lo hace ver claramente en el Cántico de las criaturas, cuya hermosura última radica no tanto en su carácter de alabanza a Dios cuanto en la percepción de lo sinfónico del hecho salvífico. En ese gran coro de la historia todos, Dios incluso, hacen su melodía que se suma a las restantes para cantar el hecho de la vida. Es un enorme coro sin 12 TC 13-14.

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