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FRANCISCO DE ASÍS: SIGNO Y COMPROMISO 451 igualdad de la persona, quizá el franciscano tenga que hacerse de algún modo presente en esos ámbitos donde la mujer encuentra dificultades añadidas a su condición de mujer para una elemental promoción: el ámbito de la mujer rural, la mujer en las minorías étnicas marginadas, la mujer en las áreas abandonadas del Tercer Mundo, la mujer en ciertos sectores de la Iglesia. Llevar ahí el aire fresco de una justicia no cumplida, suscitar resortes que actúen como impulsores de la igualdad, quizá sea tarea del franciscano de hoy. f) La reivindicación de un gozo humanizador Dicen que las épocas de crisis se caracterizan por ui: aumento del ámbito de gozo, del disfrute y del liarse la manta a la cabeza. Esa es nuestra época. La proverbial alegría franciscana encontraría una salida en el cultivo de un gozo humanizador, el gozo de las emociones pequeñas, la alegría que 1,;e contenta con poco, la sabia sabiduría de exprimir su gotita de gozo a las cosas sencillas de la vida. Y, además, esta reivindicación del gozo la tendría que hacer el franciscano fuerte allí donde las lágrimas son casi perennes, donde los silencios no se rompen casi nunca, donde la mu 6i-re de la vida hace casi impenetrable la luz de una pequeña esperanza. Sólo quien es capaz de ver algún valor más allá del mundo de limitación que nuestra sociedad produce y desecha será capaz de entrar a ese mundo duro con un poco, o un mucho, de alegría. La alegría franciscana no es chanza y cuchufleta, es sintonía en lo más real, en lo más duro de la vida, y desde ahí esbozar una sonrisa, una posibilidad de disfrute de la vida. g) Mantener la capacidad de signo en la tensión A casi nadie le agrada vivir en modos tensionados de vida. Por eso, cuando éstos llegan, se vuelve uno al nido caliente de los tópicos y de las posturas de siempre. El franciscano, por ser persona anclada en la fortaleza del Evangelio, se mantiene en sus modos significativos a pesar de la tensión que ello conlleva. Cuando esto se hace con aprecio a la persona cobra los aires de la profecía fecunda, aquella que sabe unir la verdad y el aprecio a la persona. De esta clase de tenacidades está más que nunca necesitada la sociedad de hoy. h) El final: ser signo de la cruz de Jesús Ciertamente es el final. Un lenguaje de muy difícil vivencia y comprensión. Pero si el franciscano fuera capaz de testimoniar los valores reales de la cruz de Jesús para la reorientación de la historia, habría cumplido su última misión. Para muchos quizá deba esto mantenerse simplemente en el horizonte de sus posibili– dades vitales. Pero siempre habrá gente evangélica y empujada por Francisco que, a veces de modos sencillos pero bien vivos, hablen de la cruz de Jesús como de esa fuerza regeneradora de la vida que está haciendo en el fondo de las personas una formidable obra de transformación. Una cruz para la plenitud de la historia, ésa es la cruz de Jesús y, a su manera, eso es lo que ha vivido Francisco.
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