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294 E. RIVERA DE VEN-l()SA I. LA CABALLERÍAHEROICA DEL CICLO FRANCÉS YFRANCISCO Con vibración entusiasta simpatiza Francisco con la épica caballeresca del ciclo francés. Lo patentiza al enfrentarse con quienes se preocupan más de saber hablar que de cumplir su quehacer. Contra ellos alega: «El emperador Carlos, Roldán y Oliveros, y todos los capitanes y esforzados caballeros que lucharon de firme contra los infieles, sin perdonarse fatigas ni grandes trabajos, hasta exponerse a la muerte, consiguieron resonantes victorias, dignas de perpetuarse para siempre.» 8 Al pronunciar estas palabras Francisco tiene sin duda muy presentes los datos de gesta en tomo a la gran figura de Carlomagno. Mas al mentar los nombres de sus más fieles colaboradores da a entender que entre estos cantos tiene preferencia por el más conocido de todos: La Chanson de Roland. 9 La crítica literaria la juzga gran– diosa en su rudeza. Se cruza en ella la austeridad y la tragedia. Y rezuma temple imperial a la vez que nacional. Se ha dicho de ella justamente que es el poema cristiano del siglo xr, como lo será, dos siglos después, la Divirw Comedia. Ylos Autos Sacramentales de Calderón en los días del barroco cristiano. La lectura de la misma pone ante los ojos lo que pudiéramos llamar puntos cardinales de referencia: el emperador - la cristiandad - la traición - la fidelidad. El emperador Carlos, nombrado expresamente por Francisco, es punto cardi– nal de máximo relieve. Aun en los largos cantos del primero y segundo millar de versos en que menos suena su nombre. Está muy idealizado en el poema. Anótese que si la gran gesta de Roncesvalles acaece el 15 de agosto de 778, Carlos tenía entonces 36 años, pero el poema lo venera como de 200, con larga barba plateada, si bien en pleno vigor juvenil. Tampoco era ya entonces emperador, pues fue corona– do en el año 800. Pese con todo, a tales anacronismos, el emperador Carlos viene a ser símbolo del poder humano que preside y defiende la cristiandad. La realidad histórica de esta cristiandad viene a ser el segundo punto cardinal del poema. En éste se la llama chrestiantet. Carlos pronuncia este nombre al exigir al emir sarraceno, cautivado, el que acepte la fe de Cristo. Para Carlos es esta fe lo primero que hay que confesar. También lo último que hay que defender hasta la última gota de sangre. Aplastada en muchas naciones cristianas esta fe por los sarracenos, Carlos tiene conciencia de que es su deber primario combatirlos. Lo hace en España. Pero, al regresar de esta su gesta en defensa de la cristiandad, es cuando la retaguardia de su gran ejército es aniquilada en Roncesvalles. Roldán, por lealtad extrema a su soberano, se retrasa en tocar el cuerno de guerra. Carlos lo 8 EP,4. " Muy a mano he tenido la edición de Luis Crnmls LóPEZ, El cantar de Roldán. Edición del ms. de Oxford, versión española, notas y apéndices, Salamanca 1975.
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