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292 E. RIVERA DE VENTOSA Anotemos el contraste y la correspondencia entre san Francisco y el cura de la novela de Bemanos. Ninguno parece tener cualidades excepcionales. Pero el cura de la novela se siente asaltado por la desesperación porque, debido a sus pocas cualidades, todos le huyen, se alejan, le condenan a vivir en solitario. Francisco, por el contrario, es declarado de valores nulos por fray Maseo. Y sin embargo, atrae, arrastra... ¿No sucumbirá Francisco al demonio de la vanidad? Qué gran lección de vida el que ninguna de las dos conciencias sucumba a su respec'tiva tentación. Se debe ello a que sobre una y en otra brilla el misterio de Dios, que se resume en esta fórmula: «Todo es gracia.» De esta teología vivida por Francisco en su réplica a fray Maseo, es a saber, que Dios le había elegido para mejor mostrar la eficacia de su gracia, partimos ilusiona– dos al intentar acercamos a la intimidad del Santo. Ahora bien: si es verdad que «todo es gracia», también se deben reconocer los dones naturales como gracia de Dios. Esta realidad viviente aplicada a san Francisco nos la hacen sensible los Tres Compañeros, que le trataron con intimidad. Con complacencia, señalan primero sus cualidades naturales: «Era naturalmente cortés en modales y palabras según el propósito de su corazón, nunca dijo a nadie palabras injuriosas o torpes; es más, joven juguetón y divertido, se comprometió a no responder a quienes le hablasen de cosas torpes. Por todo esto corrió su fama por toda la provincia, y muchos que le conocían afirmaban que llegaría a ser algo grand~.» 3 Ahora bien: los Tres Compafíeros ven elevado este carácter de Francisco a otro estrato superior. Entonces esoi.ben: «De este nivel de virtudes naturales se eleva a la gracia de poder decirse a sí mismo: "Pues eres generoso y afable con los hombres, de los cuales nada recibes, sino favores transitorios y vanos, justo es que por amor de Dios, que es generosísimo en dar la recompensa, seas también generoso y afable con los pobres." » 4 Este cuadro de naturaleza y gracia que verazmente nos da la silueta de Francisco en su venir a hacerse santo, ha suscitado una doble tendencia en sus numerosos historiadores. Unos han sentido a Francisco inundado por la gracia de Dios a lo largo de su vida. Otros se han atenido a las cualidades naturales, que juzgan geniales en este hombre extraordinario. Típico de los primeros ha sido trocar el alumbramiento de Francisco por la madre Pica en un pequeño Belén franciscano. Los segundos han sido muy amplios en describir su aspecto meramente humano. Con ojo avizor han escmtado aquella alma grande, capaz de arrastrar en pos de sí a otras innumerables. R. Füü'>P-MILI,ER, en su obra Santos que conmovieron al mundo, penetra en él por la puerta grande del amor. Pero lo hace exclusivamente desde un 3 TC1,3. 4 TC 1,3.

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