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VNENCIA PRIMERA DEL ALMA DE SAN FRANCISCO 307 Hasta la santidad nos lleva el trovador Francisco. Pero no ha de olvidarse nunca que si Francisco va a la santidad, cantando como un trovador, hace siempre este camino de la mano de la Pobreza, cuya bendición nupcial presidió el mismo Jesús, según nos lo hace ver el recordado fresco de Giotto. IV. ¿SAN FRANCISCO JUGLAR? Se ha respondido mil veces en sentido afirmativo. Y sin embargo nos parece que la respuesta debe ser muy matizada. Comencemos por advertir que el juglar queda históricamente definido por ser el eterno repetidor de lo que es incapaz de crear. Los griegos le llamaron rapsoda. Los medievales, juglar. Hoy son recitadores de versos ajenos. En todo caso se trata de sujetos sin posibilidad creadora, pero que han puesto sus modestos dones en repetir las canciones en boga, para alegrar las fiestas y contribuir al común regocijo. En sus mejores momentos el juglar ha aligerado la pesadez de la vida con sus recitales y sus gracias. En los peores, se ha rebajado a proferir bufonadas, por las que se ha trocado en histrión reído y burlado. La semejanza y diferencia entre trovadores y juglares están puestas en relieve por H. Felder en estos ténninos: «Eran (los trovadores) a la vez poetas, composito– res, cantores y recitadores. Sin embargo prestaban a veces sus canciones a· músicos ambulantes (juglares), quienes además procuraban divertir a su auditorio como versificadores y bufones.» 51 Ahora es muy de notar que entre los seguidores de san Francisco halla,'Uos un auténtico trovador, fray Pacífico, y también un auténtico juglar, fray Junípero. De los dos damos su respectiva semblanza para poner en mejor relieve la de san Francisco. De fray Pacífico nos informan de modo muy preciso los hagiógrafos del Santo. Sus referencias hacen notar que fray Pacífico pertenecía a la típica clase de trovado– res de las cortes de amor, quienes, sinmiramiento a la moral cristiana, celebraban con sus versos los encantos de la belleza femenina. Tuvo éxito en sus canciones. Fue llamado «rey de los versos». Y hasta llegó a ser coronado faustamente por el emperador Otón IV. Afortunadamente para él se topó con san Francisco en una de las fiestas en que, cerca de San Severino, intervinieron ambos. Predica Francisco desde lo alto del altar. El poeta lo escuchaba con inquietud creciente. Luego habla aparte con el santo quien le amonesta amablemente, haciéndole ver la vanidad de las homas mundanas, al mismo tiempo que le conmina los severos juicios de Dios por su conducta. Con decisión responde entonces al Santo: «¿Para qué más palabra? 51 A. y ob. cit., p. 16.
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