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334 J.MlCÓ »Por último Nos otorgamos a todos los que toman parte personalmente en la Cmzada a expensas propias; a todos los que toman parte personalmente pero a expensas de otros; a los que ofrecen una parte de sus ingresos para Tierra Santa, la n'misión completa de todas sus culpas, con tal de que se arrepientan y se con– fiesen.» Estos fragmentos del decreto conciliar son un exponente de la mentalidad con que el Papa y los obispos presentes en el Concilio habían analizado las relaciones de la Cristiandad con el Islam y de las conclusiones bélicas a las que llegaron. 2. Ho:--.:0R10 llI Y LA CRU1/.ADA La muerte imprevista de lnoccncio llI en 1216 dejó truncada su gran esperanza de ver reconquistada para la Iglesia Tierra Santa. Honorio III recogerá el testigo, continuando los preparativos para la Cmzada que el Concilio había decidido. Envió cartas a los príncipes para que hicieran las paces entre ellos y se enrolaran en la empn'sa, y pidiéndoles ayuda económica para sostener la estancia de los cru– zados. El Papa fijó la Cruzada para junio de 1217. Como era costumbre, numerosos predicadores inundaron la Cristiandad estimulando a los fieles para que colabora– ran; en Francia se encargó de predicar la Cruzada Jacobo de Vitry aunque, al decir de als'11nos, con escaso éxito. La actividad del Papa en la preparación de la Cruzada fue considerable. Basta recordar el nombramiento, con plenos poderes, del cardenal l1ugolino para que despertara del sopor a ciertos ambientes que se resistían a participar, así como la carta dirigida a todos los obispos y fieles de Lombardía y Toscana. Esta carta, entre otras cosas, decía así: «Es una verdadera vergüenza para el pueblo cristiano que el Rey de reyes, creador de todas las cosas del ciclo y de la tierra, sea expulsado de su propia sede y, por mw5tros pecados, haya perdido la tierra de su heredad, no comprada con oro o plata sino con su sangre preciosa. Es una gran humillación para todos aquellos que se glorían de estar bajo el dominio de Cristo, que nuestro Príncipe haya perdido la gloria de su reino terr0strc y la tierra de su nacimiento donde fue visto corporalmente conviviendo con los hombres, mientras que los hijos de la esclava (Agar), que no son los herederos, la tienen miserablcmPnte ocupada juntamente con el hijo de la libre... »¿Dónde está la indignación de Moisés cuando dijo: "Todo el que pertenece al SPñor venga conmigo y levante su espada contra la gente idólatra"? ... Prepárense, por tanto, los fieles y sean hijos poderosos, pues ha llegado el momento de la venganza contra las naciones que ocupan y profanan la Tierra Santa, contra los que convierten l'n necedad la gloria de la cruz dl! Cristo y reprueban la ignominia de la
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