BCCCAP00000000000000000001501

330 J. MICÓ intereses religiosos, y la misión apostólica de anunciar el Evangelio hasta el confín de la tierra se bastardeaba reduciéndola a un proselitismo que, siendo incapaces de hacerlo por la persuasión, terminaba convirtiéndose en una persecución sangrienta motivada y disimulada por las Crnzadas. I. LA CRISTIANOAD YLOS INFIELES La coincidencia entre el dominio político de un territorio y la imposición a sus gentes de la religión cristiana hacían de la Cristiandad una sociedad extraña, denominada Iglesia, cuyos contornos estaban ocupados por los impropiamente llamados «infides», es decir, por los que no estaban dispuestos a dejar su fe para convertirse al cristianismo. La relación fiel-infiel estaba clara. La misión de la Iglesia era, por tanto, tratar de seguir el mandato de Cristo conquistando a dichos infieles hasta que la Cristiandad se extendiera por todo el mundo. El principio, eú sí, no era descabellado. Al fin y al cabo no hacían más que continuar el af<ín proselitista de la Iglesia primitiva. Lo que ya no cuadraba tanto con el talan te evangélico era el modo de llevarlo a cabo. La conquista arrolladora de los musulmanes con la «guerra santa» había provocado en los cristianos una respuesta belicista: las Cruzadas. Al morir Mahoma en el 632, la religión musulmana experimentó un enorme desarrollo fuera de Arabia, en donde había nacido. El Occidente cristiano había presenciado atónito cómo el Islam conquistaba rápidamente el norte de África, Sicilia y parte de Espafia. La Iglesia del siglo xi, guiada m,1s JX)r el instinto de conservación que por una visión evangélica, reaccionó a esh.' acoso cada vez más agobiante. A la fuerza bélica utilizada por el fslam para su expansión, la Cristiandad opuso, como barrera, una dcfensa armada: las Cruzadas. Sin embargo, aunque la invasión musulmana fuera el motivo principal que desencadenó la aparición de las Crnzadas, no fue el único; el auge de la caballería, con el exceso consiguiente de guerreros cristianos que se habían quedado sin campo de batalla donde luchar, porque los invasores bárbaros se habían asentado y ya no ofrecían motivos para grandes guerras, así como la seguridad de los peregrinos que acudían a Tierra Santa, quebrada por el fanatismo de algunos jefes musulmanes que se disputaban el poder, fueron también motivos importantes para que el Papa lkcidiera la 1naterialización de esta aventura bélica por parte de toda la Cristiandad. En el fondo se mezclaban motivos políticos y religiosos, pero había que darles un soporte espiritual, para que las masas apoyaran la Cmzada no sólo enrolándose

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz