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348 J. MICÓ huid a otra. Dichosos sois, cuando os odien los hombres, y os maldigan, y os persigan, y os excomulguen y reprueben, y rechacen vuestro nombre como malo, y cuando os achaquen todo mal calumniándoos por mi causa. Alegraos en aquel día y regocijaos, porque vuestra recompensa es mucha en los cielos. Y yo os digo a vosotros mis amigos: no les cojáis miedo, y no tengáis miedo a los que matan el cuerpo y después de esto no tienen más que hacer. Mirad, no os turbéis. Pues en vuestra paciencia poseeréis vuestras almas, y el que perseverare hasta el fin, éste se salvará» (1 R 16, 10-21). En L"Sta larga exhortación dirigida a todos los hermanos, no solamente a los misioneros, Francisco les recuerda su calidad de «hombres entregados» a Jesús y su causa. La imagen del señor feudal, al que pertenecen en cuerpo y alma los hombres y sus posesiones, le sirve para expresar la relación de los hermanos con el Señor JcslÍs. Después de haberse entregado por completo a él, ya no se dispone del propio cuerpo, como tnmpoco disponían de él los vasallos sometidos a su señor feudal. La diferencia entre el seüor feudal, que hace y deshace a su antojo, y el Señor Jesucristo está m el hecho de que el seüorío de JeslÍs se caracteriza por el signo de ia Cruz. A través de ella se nos entregó y se sigue entregando cada día en la eucaristía (Adm 1, 17-19). Por lo tanto no debemos retener nada de nosotros mismos, a fin de que nos acoja totnlmente Aquel que se nos ofrece también de una forma absoluta (Cta029). La pertenencia a un se11or feudal incluye la defensa, el luchar contra sus pnemigos. Por eso los hermanos deberán t1mbién, por amor a Jesús, exponerse a los enemigos visibles e invisibles. Unos enemigos que no conviene identificar con los sarracenos, sino que representan a todas nquellas fuerzas que se oponen a la realización del Reino. Quien se expone como Jesús, repite sus mismas experiencias. Él vivió para los demás y lo pagó con su propia vida. Lo mismo puede suceder al que trate de seguirle de una forn1a seria: persecución, odio, insultos, malos tratos y muerte. Francisco, a la hora de elegir estas frases de Jesús, es sincero y no trata de engañar a nadie. Si los hem1anos toman a Jesús como punto de referencia y meta para sus vidas, dl'lwn estar dispuestos a todo, incluso al martirio. Dentro de esta peligrosidad que encierra el seguimiento de Jesús, en los conflictos y en el dolor, la alegría y la calma no son valores optativos sino obligato– rios. La c1lcgría, la paciencia y la estabilidad, cuando uno se expone a los peligros del Evangelio, deben manifestar que el hermano menor no vive en una esperanza su¡.. ,erficial, sino que cree firmemente que el mismo Espíritu que levantó a Jesús del sueño de la muerte y lo hizo vencedor del mal, los levantará también a ellos dándoles la salvación definitiva. La alegría que propone Francisco no está motivada por el éxito de las propias obras y palabras. incluso los éxitos misioneros pueden llevar a la soberbia. Como

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