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344 J.MICÓ provocación directa del Islam---- no podían ser aprobados. La negativa a que se propagara la «Leyenda de los m,frtires» podía avalar la idea de que, para Francisco, el martirio sólo es cristiano cuando se ha predicado a Jesús de forma evangélica. Estar dispuestos a sufrir las consecuencias de 1a evangelización no se identifica con poner en peligro la propia vida de una forma irreflexiva. De ahí que a la simplicidad en el modo de comportarse se añada la prudencia. El comportamiento de los p1imeros mártires no fue ,,.prudente». La desconcertante experiencia de que los sarracenos no eran tan fieros como los pintaban, aunque tampoco fueran unos «mansos corderos,, como refiere Ciano, le lievó a la conclusión de este presencia realísta entre ellos. Prudencia y sencillez serán las dos virtudes que deberán animar la misión de los hermanos. b) Ir con ia licencia del ministro y siervo La predicación del Evangelio a los infieles tiene como punto de partida la inspiración pvrsonal; es decir, el sentirse llamado a ir entre ellos, para hacer presente a fcsús como salvador de todos los hombres. Por eso, -,n1alquicr hermano que quiera ír entre sarracenos y otros infidcs, vaya con la lict'ncia ck su ministro y siervo. Y el ministro d6les licencia y no se la niegue, si los Vl! idóneos para ser enviados; pues tendrá que dar cuenta al Señor si en esto o en otras co~as procede sin discernimiento» (1 R 16, 3-4). La T<eg/11 bulada rdoma esta decisión práctica, aunque controla más la inspira– ción., a! decir: «Aqudlos 1wrmanos que quieren, por inspiración divina, ir entre sarracenos y otros inficics, pidan para dlo la licencia a sus ministros provinciales. Pero los ministros no otorgm'n la licencia para ir sino a los que vean que son idónc'Os para ser l)nviados,•, (2 R 12, 1-2). Ser tL'Stigos de la propia fe era algo que no se podía pedir a todos, aunque el seguimiento de Jesús, profesado en la Regla, incluya el acompañarlo hasta la cruz. De ahí que se considere como un carisma especial, que requiere ser discernido; y en este discernimiento no debe participar solamente el interesado, sino que los demás hem,anos y, en ültimo l('rmino, el ministro provincial deben ayudarle en esta tarea: lkgar a la conclusión de que, C'fecti vamente, el Señor le llama para que lo anuncie a los infieles. Sin embargo, conviene tener claro que el ir a anunciar la Buena Noticia a los infieles no es una iniciativa del ministro, sino del Espíritu. Este envío es una verdadl'ra llamada, un carisma. El mismo Espíritu de Cristo resucitado que empujó a los apóstoles a difundir el Evangl'lio por todo el mundo, es d que mueve ahora a los hermanos a «ir entre los
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