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342 J. '.\11CÓ propaganda cristiana había producido sobre el Islam. Su experiencia, en el diálogo con el Islam real, le llevó a la conclusión de que la fe no se impone, y menos con las armas. 3. Los QCE VA"-: l~~TRE SARRAC:L'\JOS y 0rnos NFIEJ ,ES Aunque fnocencio m había intentado la conversión pacífica de los mahometa– nos, el hecho de querer llevarla a cabo en medio de un ambiente de Cruzada, de guerra santa, descalificaba el intento. Pretender evangelizar, imponiendo la propia fe a cambio ck renunciar a la suya, es algo que va contra la propia dinámica de la misión apostólica y, apurando mucho, contra el sentido común. Francisco, en cambio, intenta evangelizar desde su propia opción de segui– miento, desde las mismas raíces evangélicas, desde las bienaventuranzas. De Vitry, al describir en su Historia Occidental el encuentro de Francisco con el sultán, hace resaltar su l'ducada lx-nevolencia, actitud que hace extensible al pueblo en general, al decir que los sarracenos admiran la humildad y la virtud de los Hermanos Menores; ,,cuando van sin ningún temor a predicarles, los reciben gustosamente y les proveen con agrado de lo necesario». «Los sarracenos suekn escuchar gustosamente la prc'C!icación de los hermanos menores cuando se limitan a exponer la fo d1: Cristo y la doctrina del Evangelio; ¡wrn Lksdc el punto en que en su predicación condenan abiertamente a Mahoma mmo a mentiroso y pórfido, esto ya no lo soportan, y los azotan sin piedad hasta lkgar casi al linch,m1iento, de no sPr por la maravillosa protC'Cción divina, y acaban cxpuls{indolos de ;;11s ciudades» (BAC, p. 967). Cuando los hermanos se presC'ntan evangélicamente a predicar la Buena Noticia del Reino, el pueblo los escucha. ¿No era esta la forma de misión utilizada por Jesús al enviar a los discípulos? Francisco había captado bien el sentido de la C'ficacia cvang0lica, aunque no obtuviera ninguna conversión. En este sentido se puede hablar de fracaso, como hace Ciano, pero sólo así fue posible que, 10 años ckspué's, otras misiones de Hennanos Menores, enviadas por Gregorio IX, pudie– ran prcsL·ntarsc ante la corte del mism.o sultún el-Kámel, el que había dialogado con Francisco. La propuesta misionera que ofrece Francisco está avalada por su experiencia. La convicción de ser ejemplo y modelo para los hermanos le llevó a experimentar lo que había insinuado a los demás como una consecuencia de su vocación evangéli– ca: Predicar a Jesús hasta los confines de la tierra. Francisco no estaba capacitado para clalxm1r ningún «estatuto» que organizara esta faceta misional de los hermanos. Pero en el capítulo 16 de la Regla no bulada manifiesta de una forma clara lo que él entiende por estar presente entre los infieles

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