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LJ\ EVAl'\GEUZJ\CIÓN ENTRE LOS INFIELES 339 Evangelio y recibir el martirio son puestos en duda por algunos historiadores al no registrarlos ciertos biógrafos, corno los Tres Compañeros, que siguen minuciosa– mente los movimientos de Francisco en esos mios. Aunque esta duda no sea suficiente para negar su historicidad, quedan, sin embargo, en segundo plano al compararlos con el tercero -----d viaje a Egipto--, que atestiguan la mayoría de biógrafos y cronistas. Siguiendo el relato de Celano, nos dice que su tenacidad fue más fuerte que las adversidades, pues en el año 13 de su conversión marchó a Siria con un compañe– ro, al tiempo en que la guerra entre cristianos y sarracenos crecía a diario en dureza y crueldad, sin temer por ello presentarse ante el sultán Melck-el-Kámel (1 C 57). Este episodio es central en la relación de Francisco con el Islam. Entre los varios autores medievales que aportan este hecho, vamos a hacer referencia solamente a dos: Jacobo de Vitry y Jordán de Ciano. Jacobo de Vitry nos cuenta el relato en dos de sus escritos. En una de las cartas escritas a sus amigos de Bélgica, a principios de 1220, de Vilry les narra, entre otras cosas, cómo Francisco, el fundador de los Hermanos Menores, «vino a nuestro ejército, e, inflamado por el celo de la fe, no tuvo miedo en ir al ejército de nuestros enemigos. Predicó la palabra del Señor a los sarracenos durante algunos días, aunque en realidad con escaso provecho, y el sultó.n, rey de Egipto, le pidió en secreto que orase por N al Sci'\or, para que, inspirado por Él, acertase a profesar la religión que más agrada a Dios» (BAC, p. 964-965). En su Historia Occidental nos describe el mismo hecho al decir de Francisco que «se hallaba tan penetrado de embriagueces y fervores de espíritu, que, cuando vino al ejército de los cristianos, que se hallaba ante los muros de Damieta, en Egipto, se dirigió intrépidamente a los campa1T1entos del sultán de Egipto, defendido única– mente con el escudo de la fe. Cuando le arrestaron los Sarracenos en el camino, les dijo: "Soy cristiano; llevadme a vuestro señor." Y, una vez puesto en presencia del sult,1n, al verlo aquella bestia cruel, se volvió todo mansedumbre ante el varón de Dios, y durante varios días él y los suyos le escucharon con mucha atención la predicación de la fe de Cristo. Pero, finalmente, el Sultán, temeroso de que algunos de su ejército se convirtiesen al Señor por la eficacia de las palabras del santo varón y se pasasen al ejército de los cristianos, 1nandó que lo devolviesen a nuestros campamentos con m.uestras de honor y garantías de seguridad, y al despedirse le dijo: "Ruega fX)r mí, para que Dios se digne revelarme la ley y la fe que más le agrada",, (BAC, p. 967). La otra fuente ----la Crónica de Jordán de Ciano-- está escrita en 1262; pero la participación de Ciano en los hechos que relata le confieren un valor excepcional. Después de contarnos que ,,.en el año del Se11or 1217, décimo de su conversión, el hermano Francisco, en el Capítulo celebrado junto a Santa María de la Porciúncula, envió hermanos a Francia, Alemania, 1-fun!:,'TÍa, España y a las otras provincias de
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