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336 J.MJCÓ II. FRANCISCO YEL ISLAM Al abordar las relaciones de Francisco con los infieles-más en concreto con los sarracenos- tal como éstas aparecen en los relatos de los cronistas y hagiógrafos medievales, se distinguen dos tipos de apreciación según dichos relatos hayan sido redactados por los mismos frailes o por extraños a la Orden. Éstos sitúan la iniciativa de Francisco en un contexto político, aunque sea de matiz eclesiástico; es decir, de Crnzada. Los frailes, en cambio, la enmarcan dentro del camino espiritual del Santo como búsqueda ansiosa del martirio. El encuentro de francisco con los sarracenos es una historia rodeada de ambigüedad, hasta el punto de producir una leyenda: Francisco intuye con origi– nalidad el nuevo estilo de relaciones que en aquel momento convenía establecer entre dos religiones cuya intransigencia recíproca hacía imposible todo diálogo, hasta el punto de estar sus seguidores enzarzados en una larga guerra. La realidad de esta leyenda es interpretada por cronistas y biógrafos según su posicionamiento social y religioso. Jacobo de Vitry presenta el encuentro de Fran– cisco con los sarracenos como un éxito apologético, en el que su figura ejerce una enom1e atracción pero es impotente para convertir a los infieles. El cronista Ernoult lo describe desde una vertiente clerical. Francisco tiene que vencer la dc'sconfianza del legado pontificio para entrevistarse con el sultán y, una vez en su presencia, discutir con los teólogos musulmanes. El poeta Henri d'Avrnnches, en su Leyenda versificada, presenta a Francisco como un defensor de la fe que imparte doctrina a los filósofos del sultán, empezando por !a unicidad divina y condenando la escuela perversa y politeísta de Mahoma. En todos estos documentos aparecen unos rasgos comunes: la presencia irre– sistible de un Francisco, defensor apologético de la fe, que, tras fascinar al sultán y vencer doctrinalmente a sus teólogos, se ve incapaz de convertirlos a causa de su cerrazón. Los testimonios internos de la Orden ven la presencia de Francisco entre infieles desde otra perspectiva. Tomás de Celano, en su Vida I, coloca el encuentro de Francisco con el Islam dentro de ese deseo progresivo de martirio que enmarca toda su vida. Después de intentarlo varias veces llegará a la conclusión de que su planteamiento era irreal, porque los musulmanes, sobre todo el sultán, no son tan fieros como los pintan. También en el relato que nos ofrece san Buenaventura en su Leyenda Mayor, el punto de partida es el deseo de martirio, pero con un sentido completamente distinto que en Cclano. Para san Buenaventura el martirio es un gesto solidario de amor por los enemigos; por eso Francisco «deseaba ofrecerse él mismo en persona --mediante el fuego del martirio-- como hostia viva al Señor, para corresponder
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