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LOS HERMANOS VAYAN POR EL MUNIX) 215 tol», san Ireneo y Tertuliano insistieron sobre el aspecto institucional del apostola– do, transmitido por sucesión jerárquica al episcopado. 1. EL APOSTOLAOO MONÁS11CO El monacato primitivo logró sintetizar el respeto por el apostolado jerárquico y su visión de la «vida apostólica», consistente en el seguimiento de Cristo y el desprecio al mundo, aplicándose el discurso de misión de Mt 1 O y sus exigencias de pobreza. En esta concepción del apostolado, el envío a misionar está subordinado al seguimiento de Cristo y a la renuncia a todo para seguirle. Para entender el concepto de apostolado en el monacato primitivo hay que relativizar bastante nuestro modo actual de entenderlo y ejercerlo. Si a la Iglesia antigua se la llama «apostólica» no es tanto por haber evangelizado medio mundo, sino por su fideli– dad doctrinal y sacramental a los Apóstoles y a la Tradición. Por cuanto que la predicación se incluía en la liturgia, los monasterios tuvieron un gran papel en la difusión del Evangelio y en la implantación de la Iglesia. Sin embargo, su actividad se subordinaba a las exigencias de la vida espiritual, lo cual no quiere decir que se desentendiera de los problemas que le rodeaban sino que ayudaba a que la sociedad se organizara y creara sus propios medios, como escuelas, hospicios, hospitales, etc. Al aparecer los Canónigos Regulares, surgió la polémica sobre a quiénes les correspondía por derecho propio la actividad apostólica. Mientras a los monjes se les limitaba su acción pastoral, ésta era ejercida pacíficamente por los Canórjgos Regulares, quienes añadían a la celebración solemne del Oficio divino la «cura anirnarum», ministerio que, en las contiendas del siglo XII con los monjes, reivindi– caban como propio y exclusivo. El problema se agudizó con la creciente dericalización de los monjes. Ruperto de Deutz, en su obra De vita vere apostolica, trataba de justificar la razón apostólica del monacato, no tanto por la actividad cuanto por el modo de vida que llevaban, calcado de la comunidad apostólica de Jerusalén. Pero cuando la clericalización monástica se hizo evidente, se trató de alargar la apostolicidad de la vida a la actividad, aduciendo que el monje, al hacerse sacerdote, imitaba mejor a los Apóstoles. La pretensión monástica de ocupar un lugar eclesial -el de la actividad pastoral, que no le correspondía por naturaleza- fracasó al enquistarse en un apostolado funcionarial, propio del feudalismo, que ya no correspondía a las exigencias evangélicas de las nuevas clases sociales que estaban surgiendo; no obstante, mantuvieron esa referencia a la vida apostólica ---el estar con Jesús– como algo complementario a la actividad apostólica.
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