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236 J. MICÓ negar que Dios esté presente, por medio de su Espíritu, en este mundo que nos ha tocado vivir. - Hacernos presentes en los espacios fronterizos de la pobreza y la cultura. Tradi– cionalmente, y con razón, se ha tenido a los franciscanos como a los «hombres del pueblo». Sin embargo, acompañar a las clases populares en su religiosidad puede ser un arma de doble filo. Porque no basta con manternerlos en su folklore religioso, por importante que sea; la vivencia del Evangelio tiene unas consecuen– cias éticas que necesitan hacerse presentes en la vida diaria. Este acompañamiento popular, no obstante, debe dejarnos espacio y tiempo para evangelizar «otras culturas». Pretender que se cristianicen espontáneamente sin asumir el riesgo a acercarse a ellas es, cuanto menos, sospechoso, ya que evidencia nuestra incomodidad por situar la fe en la frontera de lo discutible como paso previo para ser aceptada.

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