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LOS HERMA1'.DS VAYAN POR EL MUNDO 231 de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», sino porque existía el peligro de perder algunos rasgos, como la minoridad, que identificaban a los franciscanos. Con el crecimiento de la predicaciónculta o teología, la relación que había entre la propia vida de penitencia y la proclamación espontánea de la misma, sin una preocupación posterior por las confesiones, quedaba en peligro. El grupo de predicadores que ejercía tal oficio podía apropiarse el cargo y utilizar la Pala'0ra como medio para medrar. Era un amenaza existente ya desde los orígenes, pues en la Regla no bulada se advierte a los hermanos que se dedican a este menester, que no se apropien el oficio de la predicación, de forma que, en cuanto se lo impongan, abandonen su oficio sin réplica alguna (1 R 17, 4). Los predicadores, lo mismo que los trabajadores o los contemplativos, tenían que transmitir su vida de una forma creíble. Por eso su principal función es predicar con las obras. Sin embargo, esto no es tan evidente como parece, ya que los humanos tenemos la rara habilidad de satisfacer nuestros egoísmos bajo el pretexto de estar sirviendo a los demás. De ahí que Francisco les recomiende: « ... que procuren humillarse en todo, no gloriarse ni gozarse en sí mismos, ni exaltarse interiormente de las palabras y obras buenas; más aún, de ningún bien que Dios hace o dice y obra alguna vez 'en ellos y por ellos, según lo que dice el Señor: "Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos." »Y tengamos la firme convicción de que a nosotros no nos pertenece sino los vicios y pt.'Cados. Y más debemos gozarnos cuando nos veamos ast.>d.iados de diversas tentaciones y al tener que sufrir en este mundo toda clase de angustias o tribulaciones de alma o de cuerpo por la vida eterna. »Guardémonos, pues, todos los hermanos de toda soberbia y vanagloria; y defendámonos de la sabiduría de este mundo y de ia prudencia de la carne, ya que el espíritu de la carne quiere y se esfuerza mucho por tener palabras, pero poco por tener obras, y busca no la religión y santidad en el espíritu interior, sino que quiere y desea tener una religión y santidad que aparezca exteriormente a los hombres. Y éstos son aquellos de quienes dice el Señor: "En verdad os digo, recíbieron su recompensa." El espíritu del Señor, en cambio, quiere que la carne sea mortificada y despreciada, tenida por vil y abyecta. Yse afana por la humildad y la paciencia, y la pura y simple y verdadera paz del espíritu. Y siempre desea, más que nada, el temor divino y la divina sabiduría, y el divino amor del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. » Yrt.'Stituyamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son suyos, y démosle gracias por todos ellos, ya que todo bien de Él procede. Y el mismo altísimo y sumo, sólo Dios verdadero, posea, a Él se le tributen y Él reciba todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las acciones de gracias y la gloria; suyo es todo bien; sólo Él es bueno» (1 R 17, 6-18).

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