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230 J.MICÓ La única solución que encontraron los frailes fue acudir a Roma en busca de privilegios que les defendieran frente al clero. Francisco había procurado servir apostólicamente a los sacerdotes desde la minoridad; por eso no comprendía ese afán de privilegios que arroparan su autonomía pastoral ante las exigencias del clero. En el Testamento mandará «por obediencia a todos los hermanos que, estén donde estén, no se atrevan a pedir en la curia romana, ni por sí ni por intermedia– rios, ningún documento en favor de una iglesia o de otro lugar, ni so pretexto de predicación, ni por persecución de sus cuerpos; sino que, si en algún lugar no son recibidos, márchense a otra tierra a hacer penitencia con la bendición de Dios» (Test 25-26). Sin embargo la realidad ya era otra. La Curia había diseñado un plan apostólico para los mendicantes que, sin negar la secular jurisdicción del clero, agilizara su intervención directa. Y no cabe duda de que la utilización directa, por parte del papa, de los mencionados mendicantes sirvió para la eficacia de algunas misiones apostólicas que, sin esta dependencia de la Santa Sede, nunca se hubieran realizado. Este equilibrio entre la jurisdicción de los obispos y una exención matizada se refleja en las dos Reglas. En la no bulada, de forma más general, se advierte: «Ningún hermano predique sino conforme a las disposiciones de la santa Iglesia y si se lo ha concedido su ministro. Yguárdese el ministro de concedérselo sin discernimiento a nadie» ( 1 R 17, 1-2); en la bulada se dice de forma lacónica: «Los hermanos no prediquen en la diócesis de un obispo cuando éste se lo haya prohibido. Yninguno de los hermanos se atreva absolutamente a predicar al pueblo, si no ha sido examinado y aprobado por el rrünistro general de esta fraternidad, y éste no le ha concedido el oficio de la predicación» (2 R 9, 1-2). Dos son, pues, las condiciones que se requieren para predicar de forma oficial: - Que el obispo no se lo prohíba, cosa bastante infrecuente para unos predica– dores cargados de privilegios papales; - la aprobación del Ministro general, corno un medio de control por parte de la Fraternidad y la Curia. Sin embargo, una lectura más atenta de los textos citados nos revela la evolu– ción habida en la Fraternidad respecto al buen ejemplo y a la predicación como formas de apostolado. Mientras en la Regla no bulada se describe una Fraternidad muy poco entregada a la predicación «oficial» y volcada de lleno en le trabajo manual y en el apostolado concreto del ejemplo, en la Regla bulada se amplía el es– pacio dedicado a la predicación oral en detrimento del trabajo. En el Testamento Francisco trata de reaccionar ante tal situación y de reconducir la Fraternidad hacia el espíritu y la realidad de los orígenes, no por mero arcaísmo

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