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LOS HERMANOS VAYAN POR EL MUNDO 225 Esta tendencia a relacionar al fiel con «su propio sacerdote» lleva como contra– partida el relegar a monjes y religiosos dentro de su actividad litúrgica monacal, impidiéndoles la participación directa en la pastoral o sometiéndoles a la obedien– cia canónica de los prelados locales, a los que se exige que les tomen juramento de obediencia cuando los religiosos tengan que asumir un «oficio pastoral», con el fin de que ejerciten tal oficio en estrecha dependencia del obispo y de los otros prelados locales, a pesar de cualquier exención. Con esto se pretendía, por parte de los párrocos, el control de los religiosos que ocasionalmente realizaban alguna función pastoral, en concreto la predicación y la administración de sacramentos. Los mendicantes tuvieron que desarrollar su apostolado dentro de este contex– to de hostilidad. Pero los franciscanos se presentaban con unas características diversas respecto a los dominicos. Los «Predicadores» aparecen bien definidos como un grupo de clérigos cuya predicación tiene como destinatarios a los diferen– tes grupos heréticos del sureste francés. La asignación de iglesias propias resolvía el problema de las posibles competencias con el clero local. El primitivo grupo franciscano, por el contrario, presentaba otras características que lo hacían diverso. Su misma connotación laical le colocaba, con relación al clero, en una posición muy diferente a la dominicana. La Fratemidad primitiva, por su carácter itinerante, no tenía «sacerdote propio» al que referirse, por lo que se entiende que levantaran más de una sospecha, teniendo que recurrir a las bulas pontificias para acreditarse como fieles a la Iglesia y aprobados por Roma. Dado su carácter laica! y la insistencia de Francisco en que los hermanos, al llegar a un pueblo, se presentaran al sacerdote responsable de la «cura animarum» para ofrecerle sus servicios, la Fraternidad no entraba en competencia con el clero. Pero una vez empezaron a asentarse en los conventos y sus iglesias, surgieron los problemas con los sacerdotes, teniendo que recurrir continuamente al papa para que les extendiera la bula pertin~nte con el fin de poder predicar. De este modo se entraba en una situación de continua controversia con el clero donde la Fraternidad perdió parte de su original identidad para convertirse en una Orden mendicante más. b) La predicación penitencial Jordán de Giano escribe en su Crónica: «En el año del Señor 1209, tercero de su conversión, habiendo escuchado en el Evangelio lo que Cristo dijo a sus discípulos al enviarlos a predicar, se deslúzo inmediatamente del bastón, la alforja y el calzado, cambió de hábito, adoptando el que llevan ahora los hermanos, y se hizo imitador de la pobreza evangélica y predicador solícito del Evangelio» (Crónica, 2; en Sel Fran n. 25-26 (1980) 237). Para Francisco, al contrario que para san Bernardo, que se entregó a la predica– ción más por un deber eclesiástico que por vocación, la predicación evangélica

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