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LA OBEDIENCIA FRANCJSCANA••• 81 ellos, reconociendo a algunos como verdaderos Padres espirituales. Sin embargo no se trata todavía de un sistema que imponga una autoridad institucional. La apertura del corazón a un anciano y la simple acogida de sus palabras, es una actitud fundamental pero espontánea; no impuesta. Lo esencial es no aferrarse a la propia voluntad, y esto puede hacerse de varias formas. El marco general en el que se inserta la obediencia de los anacoretas podría resumirse así: la obedienciade los anacoretas no responde a una necesidad del bien común, pues no tienen comunidad, ni siquiera a la necesidad de sentir que la voluntad de Dios se manifieste a través del superior, que tampoco tienen. Se obedece por un interés interior,~ ir caminando hacia Dios mediante el rechazo de todo lo que pueda distraer de Él. San Pacomio aportó a la vida religiosa su organización en una comunidad perfectamente regulada y adaptada a los hombres y a su tiempo. Lo esencial para él es la caridad de la «koinonía», pero esto supone una organización bien probada, una vida uniforme y una obediencia total a los superiores de los diversos monaste– rios. Aunque los discípulos de Pacomio insisten enque «nadie haga nada en la casa que no sea ordenado porel superior», no se trata sin embargo de una centralización jerarquizada, pues la obediencia no tiene ninguna prioridad, sino que está a la par de las demás virtudes. San Basilio, siguiendo a sanPablo, ve la comunidadmonástica como un cuerpo al que todos los miembros tendrán que estar subordinados. El superior no es el representante de Dios; por lo tanto, no puede dominar el cuerpo. Sólo los manda– mientos y la Palabra de Dios confieren autoridad al que los proclama y evidencia. Respecto al concepto de obediencia para los principiantes, sigue el mismo que el de los anacoretas: el futuro monje deberá buscarse un maestro que lo conduzca por el camino de la ascesis, pues así como Cristo vivió totalmente de la voluntad del Padre obedeciéndole hasta la muerte, así también el cristiano debe renunciar totalmente a la propia voluntad y a buscar su propio interés. Cuando san Jerónimo, Rufino y, sobre todo, Casiano tratan de transmitir a Occidente las corrientes del monaquismo oriental, tienden a reducir a «reglas» todo lo que describen, acentuando la autoridad del superior. Para Casiano la obediencia tiene la primacía entre todas las virtudes, porque constituye el escalón esencial en el progreso espiritual: «Aquellos que tienen mucha experiencia nos enseñan que los monjes no podrán frenar su concupiscencia si antes no aprenden a mortificar la propia voluntad con la obediencia». Por eso afirma que «los que no han adquirido el dominio de la propia voluntad no podrán nunca, de cualquier modo, ni vencer la ira, ni la tristeza, ni el espíritu de fornicación 1 ni tener verdadera humildad de corazón, ni la constante unión con los hermanos, ni la firme y durable concordia, ni perseverar por mucho tiempo en el monasterio».

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