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LA OBEDIENCIA FRANCISCANA•.. 97 monástica. San Bernardo habla de ella en su obra «Del precepto y de la dispensa». Respondiendo a las preguntas de unos monjes sobre cuáles son los limites de la obediencia, les dice que los superiores deben mandar dentro de los limites de lo profesado; es decir, de la Regla. Pero «la obediencia que se mantiene cerrada en los limites de los votos es imperfecta». «La obediencia perfecta no está atenida a la ley ni estrechada en términos; y, no contentándose con los límites demasiado angostos de su profesión, se deja llevar por una voluntad más extensa a la amplitud de la caridad; y, no ciñiéndose a ningún límite, se extiende a una libertad infinita y abraza con mucho gusto todo cuanto se la ordena con el esfuerzo de un valor pronto y generoso. De ella ha dicho el apóstol S. Pedro: "Purificando vuestros corazones por la obediencia de la caridad", queriendo por eso distinguirla de esta otra obediencia tibia y en algún modo servil, que no hace lo que es caridad con prontitud, sino que permanece sujeta a la necesidad» (Obras Completas, II BAC, p. 787). La obediencia caritativa de Francisco no se confu.'lde con la obediencia ciega o cadavérica que parecen insinuar los biógrafos. Celano hace una reflexión acerca de lo que él entiende por obediencia perfecta, poniéndola en boca del mismo Francis– co. Estando éste «sentado entre sus compañeros, dijo exhalando un suspiro: "Ape– nas hay en todo el mundo un religioso que obedezca perfectamente a su prelado". Conmovidos los compañeros le replicaron: "Padre, dinos cuál es la obediencia más alta y perfecta". Y él, describiendo al verdadero obediente con la imagen de un cadáver, respondió: "Toma un cadáver y colócalo donde quieras. Verás que, movido, no resiste; puesto en un lugar, no murmura; removido, no protesta. Y, si se le hace estar en una cátedra, no mira arriba, sino abajo; si se le viste de púrpura, dobla la palidez. Este es-añadió- el verdadero obediente: no juzga por qué se le cambia, no se ocupa del lugar en que lo ponen, no insiste en que se le traslade. Promovido a un cargo, conserva la humildad de antes; cuanto es más honrado, se tiene por menos digno"» (2 C 152). Sin embargo la obediencia que propone Francisco no va tanto unida a la humildad, cosa corriente en la tradición espiritual, cuanto a la caridad, hasta el punto de unirlas en el Saludo a las virtudes como hermanas inseparables (SalVir 3). De este modo la obediencia no aparece como una virtud pasiva sino activa, ya que mantiene al hermano en continua apertura a la voluntad de Dios, a través de su Espíritu, y a la voluntad de los hermanos (SalVir 16). La obediencia que aparece en la Admonición 3, que antes hemos comentado, lejos de paralizar al hermano con una actitud pasiva, requiere de él una_ obediencia generosa que vaya más allá de lo estrictamente legal; con ello queda salvada la obediencia a la Regla y se cultiva la paz fraterna, tan necesaria para que la Fraterni– dad mantenga ese ambiente obediencia} que favorezca la obediencia de todos los hermanos, superiores y súbditos, a la voluntad de Dios manifestada en el Evan– gelio.

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