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94 J. MICÓ del Evangelio. Pero si los ministros no sirven desde la comprensión y la ayuda, sino que hacen opaca la misericordia y la paciencia de Dios, entonces serán responsa– bles directos de su mala gestión y, de una forma indirecta, del lento y contradictorio caminar de los hermanos en busca de la voluntad del Señor. La Carta a un ministro es el ejemplo práctico del pensamiento de Francisco respecto a los superiores: «Te hablo, como mejor puedo, del caso de tu alma: todas las cosas que te estorban para amar al Señor Dios y cualquiera que te ponga estorbo, se trate de hermanos u otros, aunque lleguen a azotarte, debes considerar– lo como gracia. Yquiérelo así y no otra cosa. Ycúmplelo por verdadera obediencia al Señor Dios y a mí, pues sé firmemente que ésta es verdadera obediencia. Y ama a los que esto te hacen. Yno pretendas de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. Y ámalos precisamente en esto, y tú no exijas que sean cristianos mejores. Yque te valga esto más que vivir en un eremitorio. Y en esto quiero conocer que amas al Señory me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo hermano que, pormucho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte estás resuelto a comportarte así» (CtaM 2-12). La obediencia de los ministros consiste en el servicio y la acogida de los hermanos para que puedan ser fieles, como han prometido, a la voluntad de Dios. Pero hay situaciones en que esto se hace difícil. Por lo tanto, si alguno de los hermanos no puede guardar espiritualmente la Regla tendrá que recurrir a su mi– nistro; y éste deberá acogerlo caritativa y benignamente, manifestándole una familiaridad tan grande que el hermano pueda hablar y comportarse como un señor con su siervo; pues así debe ser, que los ministros sean siervos de todos los hermanos (2 R 1O, 4-6). La finalidad del servicio mira siempre a favorecer la obediencia al Evangelio, expresado en el Regla. Por eso, si el ministro se sobrepasamandando a un hermano algo que está contra la Regla o su conciencia, puede desobedecer, pues no hay obediencia allí donde se cornete delito o pecado (1 R 5, 2; 2 R 10, 1). La posible incoherencia de los hermanos con la Regla que han prometido debe ser también motivo de preocupación y solicitud para el ministro. Cuando alguien procede según la carne y no según el espíritu y, después de hacérselo ver, no quiere enmendarse, el ministro y siervo obrará con él corno mejor le parezca que conviene según Dios. Pero si es el ministro el que está en tal situación, serán los hermanos, comunicándolo al ministro general, los que traten de ayudarle a obedecer al Proyecto de vida o Regla (1 R 5, 3-6).

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